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Strange Days: “Emociones usadas”

Spoilers

Hubo una película estrenada en los noventa, coescrita por James Cameron y dirigida por la gran Kathryn Bigelow, que partía de una base parecida a la que luego daría forma el propio Cameron en su dantesca saga de Avatar (2009), y la cual es una obra de culto a reivindicar.

Kathryn Bigelow, la que probablemente sea la realizadora que mejor ha sabido rodar escenas de acción de la historia del cine, sorprendió a todo el mundo con esta película de ciencia ficción tan genuinamente de los noventa, en la que hay una tecnología desarrollada inicialmente por el FBI, que permite que cualquiera se adentre en los recuerdos de otras personas a modo de realidad virtual súper inmersiva, donde la persona es capaz de sentir y al final recrear esa experiencia en concreto, como si de la vida real se tratase; de ahí lo que comentaba con las similitudes con Avatar (2009).

Aunque en Strange Days (1995) mola mucho más la propuesta, porque sirve para tratar temas que van desde la situación socio-política e histórica que vive Estados Unidos con el tema racial, a la vez que nos sumerge en un mundo de adicción y aislamiento, en la que las personas prostituyen los recuerdos y las emociones que vienen ligadas con ellos, a modo recreativo y para no aceptar la crudeza a la que se les somete en el mundo real.

No hay mayor adicción que lo prohibido

Strange Days trata de manera tremendamente original e inteligente, las adicciones en la sociedad cosmopolita occidental de mediados de la década de los noventa, y de la que quizás con el paso del tiempo hasta el día de hoy se ha recrudecido aún más esa crítica a la que se alude al film. Gente carente de herramientas emocionales que les haga subsistir y seguir adelante en sus vidas, negándola y recreándose en aquello que una vez tuvieron, pero que ya no forma parte de sus vidas presentes. El personaje protagonista de Lenny Nero (interpretado por el magnífico Ralph Fiennes), es el que personifica de manera más evidente a ese individuo contemporáneo, incapaz de poder enfrentarse a la vida.

La película pasa de lo personal a lo colectivo, predominando el plano más íntimo de sus personajes en su comienzo. Se nos muestra a Lenny como un pobre desgraciado, que se gana la vida traficando con esta tecnología de realidad virtual y los recuerdos de otras personas, mientras el mismo vive adicto a ella, al utilizarla para rememorar continuamente sus momentos felices con su ex novia Faith (intepretada por Juliette Lewis).

A fin de cuentas, el ser humano anhela aquello prohibido, aquello que se les niega en circunstancias normales. Y es ahí, donde Lenny da la sensación de ser una especie de profeta con pintas de proxeneta, que ofrece a gente adinerada la posibilidad de conseguir todo aquello que desean en sus vidas. ¿Virtualmente? Sí, pero simulando la realidad de una manera que es imposible diferenciar lo falso y lo verdadero. ¿Quién quiere vivir, si puede anclarse en aquellos lugares en los que fue feliz? En ese sentido, la película es tremendamente desoladora y como comentaba anteriormente, aún más relevante si cabe en la sociedad actual en la que vivimos.

Bigelow en estado puro

La directora norteamericana evidenció, aún más si cabe con esta película, lo grandiosa que es y el talento tan portentoso que tiene para dotar a todas sus cintas de un ritmo y tensión sinigual. Es una lección de dirección la que nos brinda Bigelow, en un trabajo del plano subjetivo como pocas películas han sido capaces de lograr. Es una película arrolladora desde el mismo comienzo, con decisiones de dirección precisas y en muchos momentos arriesgadas, que obnubilan la mirada del espectador que las está procesando. Es totémica, hija de su propia época, capaz de llevar al límite la acción y a los propios personajes. A pesar de sus casi dos horas y media de duración, la película no cede en ningún momento, en gran parte por el increíble montaje con el que cuenta.

Lo más parecido a lo que consigue Bigelow en términos de acción en la década de los noventa, solo es equiparable a Heat (1995) de Michael Mann, sin ser en su totalidad una película del género. Y es que no se contiene, es muy desatada por momentos, en una época en la que todavía residía más puritanismo del que pensamos; el caso más claro, lo tenemos con lo que pasó con Crash (1996) de Cronenberg. Y me aventuraría a decir, que puestos a hablar de películas que sobrepasan los límites de lo socialmente aceptable, Strange Days (1995) llega a ser mucho más inquietante.

No hay más que ver la escena en la que se viola a una mujer, la cual está conectada, y está viendo y sintiendo lo mismo que el violador; James Cameron, ¿qué se te pasaba por la cabeza? Coloca al espectador en un lugar bastante incómodo, lo cual siempre aprecio a nivel personal como amante del cine, porque te saca del confort al que te habitúas con la gran mayoría de películas comerciales; a fin de cuentas, estas son las películas que perduran en la memoria de uno, pasados los años.

Un cast memorable

Me fascina absolutamente la elección de reparto de Strange Days (1995), ya que se consiguen momentos bastante únicos en gran medida por la química que derrochan algunos de sus actores en ella. Qué falta hace decir que Ralph Fiennes es uno de los mejores actores de las últimas décadas, haciendo una interpretación más difícil de lo que parece a simple vista. Pero Angela Bassett y Juliette Lewis no se quedan atrás, las dos aportando energías diferentes en sus respectivos personajes, pero ambas estando a un nivel excelso.

Los momentos del inicio que comparten Ralph Fiennes y Juliette Lewis me parecen especialmente desoladores, en una interacción entre personajes que pasa por muchas fases dramáticas, que solo se hubiera podido conseguir gracias a dos actores de su talla. En cambio, las que comparte con Angela Bassett resultan más emotivas, siendo el contrapunto perfecto para la propia historia, en la que acaban protagonizando una de las escenas de beso más icónicas de la historia del cine.

En especial la escena que acontece al clímax de la película, donde el personaje de Angela Bassett confronta al de Fiennes hablándole de lo que le está consumiendo el querer recrear emociones usadas, al mismo tiempo que deja entrever sus sentimientos hacía él. A mí personalmente me lleva al llanto y es indudable lo bien orquestada que está esa escena en particular; quizás, mi favorita de toda la cinta.

Retrato socio-político de los noventa

Muchas veces se habla del cine de Kathryn Bigelow como un cine que tiende a ser político, que probablemente haya ido a más con el paso del tiempo. En Strange Days (1995), junto al guion de James Cameron y Jay Cocks, consigue hacer un retrato del problema racial que ha arrastrado Estados Unidos a lo largo de toda su historia como nación. Dentro de que es una película de ciencia ficción, es una película que sigue la senda de películas contestatarias y con un poso social más que evidente, como pudo ser el caso de la grandiosa película de Spike Lee, Do the Right Thing (1989).

La crítica mordaz que hace del estado policial, que es de hecho lo que desencadena la trama principal de la película, es algo que no se debería pasar por alto y que se debería darle el valor que tiene. La escena del abuso policial del final es durísima de ver, mostrándonosla de una forma que roza el cine de terror, y que en ningún momento se abstiene a mostrar la crudeza que quiere retratar.

Tal y como he comentado antes, Bigelow demuestra con todo este cumulo de cosas que se abren paso en esta obra, lo audaz y osada que es como directora. Creo que esa valentía y el querer llevar al límite la propia historia, es algo que se está perdiendo cada vez más en el cine de hoy en día, y que se echa de menos a decir verdad. No sé si vivimos una época en la que reina el puritanismo igual o incluso más que el que había en los noventa, pero lo que sí está claro es que son pocos los directores que se atreven a reflejar la realidad en su máxima crudeza como hizo ella aquí.

Conclusión:

Strange Days (1995) es una película de culto, que consiguió plasmar como pocas películas la situación sociopolítica del Estados Unidos de la década de los noventa. Una gran cinta de ciencia ficción, pero que a decir verdad bebe de infinidad de géneros, convirtiéndola en una película tremendamente genuina dentro de su época. Las actuaciones de Ralph Fiennes, Angela Bassett y Juliette Lewis son excepcionales, derrochando una química aplastante durante todo el metraje de la película.

Bigelow es una de las mejores realizadoras norteamericanas de su generación, y películas como Strange Days (1995) dan buena fe de ello; pocos están a la altura de ella, a la hora de rodar escenas de acción y de capturar ese ritmo tan frenético. En definitiva, una cinta que merece la pena reivindicar ya pasados 28 años desde su estreno, al ser más relevante si cabe que por aquel entonces.

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