Scream (1996) fue un punto de quiebre en el terror

Ya se dijo infinidad de veces como Scream (1996) revitalizó el slasher. Pero, lo que no se discute lo suficiente, es que esta película sirvió como punto de inflexión para el género en su totalidad.

Para finales de los ´90, el slasher estaba agonizando. La gente ya estaba cansada de la típica fórmula y de las secuelas infinitas. Craven y Williamson crearon OTRO slasher más, pero teniendo todo esto en consideración. Deconstruyen el slasher, pero lo celebran.

Tergiversaron una fórmula ya conocida, sorprendiendo a todos. Ahora, el asesino no es sobrenatural, se cae y recibe golpes; los adolescentes tienen sexo y eso no los lleva a la tumba; y (SPOILER ALERT) hay más de un asesino detrás de la máscara.

Pero eso no es todo. Desde la escena inicial, donde Casey habla por teléfono y hace referencia a películas de terror, se genera un diálogo con el espectador. El director entiende a su público, sabe que conoce el género y juega con sus expectativas. ¿Quién es el asesino? ¿Quién va a sobrevivir? Ya no es tan fácil de predecir, hay que involucrarse con la película para averiguarlo, y jugar el juego.

Los guiños y “las reglas” pueden ser el ejemplo más claro de todo esto. No muchas películas hacen tantas referencias directas al género. Y esto pone al espectador en un rol mucho más activo que antes.

Este cambio de paradigma irá de la mano con el cambio de época (finales del siglo XX). La gente está atravesando cambios y las audiencias abrazan el nuevo rol activo. Y muchas películas durante los próximos años siguieron los pasos de Scream, de distintas maneras. ¿Fueron unos visionarios? Quizás. Pero de lo que podemos estar seguros, es que dieron el puntapié inicial a un terror diferente y necesario para los espectadores.

En definitiva, Scream es un reflejo del cambio de siglo. Es un carta de amor al slasher que reinó durante la década del ´80 y marcó al género. Pero, también, le da la bienvenida a un nuevo terror, más consciente de sí mismo y que juega con el espectador de manera directa. Scream es, en definitiva, un punto de quiebre.