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Puerto Rico en los próximos Premios Goya - La Pecera (2023)

Estrenada en el Festival de Sundance 2023 dentro de la Competición World Cinema Dramatic, La Pecera (2023), ópera prima de Glorimar Marrero Sánchez, ha sido nominada a dos de los premios más importantes a nivel nacional en España: Mejor Película Iberoamericana en la próxima edición de los Premios Goya y Mejor película latinoamericana en los Premios Forqué. El primer gran trabajo de la directora puertorriqueña llegó a las salas el pasado agosto tras haber sido estrenada en los mejores festivales del mundo, entre los que destaca además del mencionado, la 26ª edición del Festival de Málaga, la edición 46ª de Gøteborg Film Festival y la edición 39ª del Chicago Latino Film Festival. A día de hoy, ya está disponible en Filmin.

¿Cómo llega un primer borrador a estrenarse en los mejores festivales del mundo? ¿De dónde surge el proyecto?

Nacida en 1978, Glorimar Marrero Sánchez es además de directora, guionista y artista interdisciplinar. Comienza su carrera tiempo antes de este proyecto y es en el año 2018 cuando obtiene una beca para el desarrollo de La Pecera, dentro del Fondo Latinoamericano del Tribeca Film Institute. A partir de aquí, presenta el proyecto en el MAFIZ del Festival de Cine de Málaga, y logra el Premio de los Emprendedores Audiovisuales Europeos (EAVE). Es así como poco a poco la película va teniendo financiación y puede llevarse a cabo el rodaje, que termina entre 2021 y 2022, listo para pasar a la fase de posproducción.

Sin embargo, la película surge de una necesidad personal, y de un viaje mucho más largo y profundo que el de la mera recaudación económica para su desarrollo. Es la propia vivencia de la directora en relación al cáncer letal que sufrió su madre lo que la llevó a escribir el guión en el año 2013. Es interesante aquí poder analizar cómo esta extrae un conjunto de sensaciones de su propia vivencia, sentimientos en relación al final de la vida, el dolor, la asunción -también- de algo que es inevitable y está a punto de suceder, y cómo todo ello lo consigue trasladar a otro cuerpo para salir de un trabajo biográfico. En vez de situar la enfermedad en una madre, como fue su caso particular, La Pecera (2023) nos cuenta la vivencia de una mujer jóven cuya enfermedad ha pasado a la fase metastásica. «Con este proyecto busco deconstruir y resignificar la muerte de mi madre a través de un personaje que recibe la misma noticia que ella, pero que toma decisiones distintas», aclara la directora.

Tras enterarse de que su cáncer ha entrado en la fase de metástasis, Noelia, la protagonista, se niega a seguir el tratamiento pautado y decide huir a su isla natal donde reside su madre, Flora, dejando a su pareja Jorge. Pero su intención de ocultar su grave estado de salud acaba pronto, ya que su madre descubre a través de una receta médica qué es lo que está sucediendo. Es así como Noelia comienza a hacer relaciones con los integrantes de la isla: Juni, un amigo de su infancia, y María, una líder comunitaria. A pesar de su mal estado y de las insistencias de su madre y de su pareja, Noelia va a rechazar volver y es entonces cuando decide colaborar con estos dos amigos en una expedición marina para trazar la la documentación de las bombas que aún yacen bajo el agua, una misión que deben completar antes de la llegada del huracán Irma que amenaza a la isla.

Denuncia política dentro de la metáfora

La Pecera (2023) es una historia personal, íntima, una película que recoge la vivencia de una protagonista interpretada de forma brillante, cuidada, con el tiempo y la mirada justa, por Isel Rodríguez. Pero es también un trabajo de denuncia, un proyecto de causa social que busca desde el inicio, poner sobre la mesa un conflicto real, político y también humanitario que sucede en el escenario en el que se desarrolla la trama: Vieques, escenario de prácticas militares realizadas por la Marina de Guerra de EE.UU durante más de seis décadas, en el que las tropas utilizaron el terreno como campo de pruebas para verter armamento, napalm y uranio empobrecido, entre otras sustancias. «Desarrollé el espacio ambiental de este drama intimista en Vieques, Puerto Rico, isla municipio que, desde mi punto de vista, es la manifestación de uno de los peores resultados de la relación política de Puerto Rico con Estados Unidos», dice la directora. Pero, ¿cuál ha sido el resultado de esta barbarie?

Bien, la película denuncia el impacto tanto a nivel ecológico como cultural y social. Estos “trabajos” transformaron a la región de Vieques en una de las áreas con mayor incidencia de cáncer en el país, generando un daño sustancial que está afectando de manera significativa la vida de sus residentes. Es así como a través de las secuencias del mar, de la escena del buceo y de las expediciones marinas que los residentes del pueblo tratan de hacer, se busca sacar a la luz y enseñar la realidad del pueblo dañado. Asimismo, las consecuencias de estas prácticas militares no se limitan solo a los habitantes de Vieques y Puerto Rico, ya que las aguas que rodean la isla son parte integral de la Cuenca del Caribe, planteando una amenaza potencial para la salud pública y el entorno ambiental de toda la comunidad caribeña. De forma sutil pero totalmente acertada, esta problemática se observa la cercanía con la que las gentes del pueblo se aproximan a la enfermedad. Cuando Noelia llega a casa de su madre, interpretada por Magali Carrasquillo, le pregunta por sus revisiones periódicas, siendo la misma pregunta la que le hace esta en respuesta.

Siento que, quizás, si hubiese conocido la historia de este pueblo antes de ver la película, la profundidad del conflicto habría calado de una manera diferente en mí. Por ello creo importante poder conocerlo, rememorarlo, volver a ponerlo encima de la mesa. Si hay algo que me fascina del cine es poder descubrir nuevas historias, escenarios crueles o bellos donde el ser humano ha dejado huella para bien o para mal.

Situada a nivel temporal en el año 2017, la película también nos habla de la llegada del huracán Irma al país, como una amenaza real, en una situación socio-política realmente complicada tras la crisis económica iniciada en el año 2006. Así, la trama se sitúa en ese momento preciso en el que la realidad del país es urgente y está a punto de serlo más con la llegada del huracán. Este acontecimiento inminente funciona de motor, de generador de urgencia en los personajes de la historia, intentando acabar cuanto antes todas las labores marinas que han de hacer, y mezclándose también con el propio proceso de la enfermedad de ella.

Es así como la película termina por cubrir cada pequeño hueco de historia que merece ser escuchada, y lo hace de esta manera, a través de la metáfora, haciendo un paralelismo entre el colonialismo real de las tropas estadounidenses y la irrupción de la vida de sus tierras y gentes, con la invasión de la enfermedad en el cuerpo de Noelia. Un cuerpo que, al igual que la tierra, se ve atacado por una fuerza externa que arrasa con todo cuando se encuentra, quitándole la vida poco a poco. Una especie de alegoría de la enfermedad de la tierra y el cuerpo. Es de esta manera como cuerpo y política son uno, o tratan de serlo. La invasión a las tierras, el devastamiento, es también la destrucción paulatina de Noelia, representando los síntomas de una barbarie en el cuerpo.

«Vieques es la representación isleña de la enfermedad, la decadencia social producto de la colonización política y, también, de la esperanza. Es así como este relato intimista viequense representa el duelo colectivo a través de la mirada de Noelia, ese que no queremos mirar y que tenemos de frente»

¿Cómo se representa esta poética? ¿Por qué funciona la metáfora a la perfección?

Como se puede leer en diversas entrevistas, Glorimar Marrero Sánchez tenía muy claro de qué quería hablar, cuáles eran las temáticas, las cicatrices de una vida personal pero también de su pueblo: colonialismo, identidad y duelo. Son probablemente tres de los conceptos que uno más repetiría una vez vista la película. A partir de aquí, busca en sus formas de representación, aquellas que como artista interdisciplinar ha trabajado, el cine, la instalación y la fotografía, y de esta bella conjunción surge La Pecera (2023). El personaje de Noelia es, como ella en este caso, una artista audiovisual, y aunque es cierto que no desarrolla su actividad profesional a lo largo de la película, este dato no es baladí; es precisamente la manera en la que la directora nos va a introducir todos estos elementos en relación con el arte. Noelia juega en casa con telas, con música, con proyecciones de diversos colores y se deja llevar a través de esa sensación para buscar la calma, el centro y la paz. Lo hace también al final, en un proceso de cierre, de final, en el que ella decide abarazarse en esa pequeña bañera (o pecera), rodeada de naturaleza, en su tierra natal, con las telas y gasas del inicio.

La profesión de Noelia la lleva a capturar constantemente material visual de todo tipo pero con un cosa en común, la vitalidad: caballos libres, sanos, vivos, de su pelaje; el agua que corre por la playa, en un ir y venir, la contaminación bélica de los mares. Es así como reconecta con una infancia a través de la tierra, pero también con su gente, y la pone en común con su dolor y su duelo. Todos estos elementos permanecen en el móvil de ella guardados, como si tratasen de capturar un pedazo de vida. Y sin embargo, la pecera es un elemento contrario, un lugar en el que ella se introduce tanto al inicio como al final, en una especie de ritual cercano a la muerte. Un lugar en el que el agua está estancada, no se mueve, se ensucia poco a poco, como lo hacen los mares, como también lo hace el cuerpo de ella.

Hay un último elemento, quizás el más simbólico, que nos habla de este devenir, haciendo metáfora y arte paso del tiempo, y viene relacionado con la interdisciplinariedad de la directora. Noelia filma además de todos estos elementos vivos uno absolutamente inerte, su cabello perdido. Trozos de pelo que va perdiendo, que apoya en la pecera, filma, y guarda en bolsitas de plástico. Captura el paso del tiempo, su paso, a través de la caída, y lo categoriza. Hay numerosos elementos que adelantan esta sensación de final, de lo que está por venir, de angustia y reflejo de esta sensación de duelo que Noelia no quiere afrontar (o no sabe cómo), y por eso huye a Vieques. «El próximo es el tuyo», le dice su amiga en relación a su cumpleaños, y ella en silencio, no contesta. Así, el viaje supone una pausa en el tiempo, una pausa para ella, volver a una tierra en la que todo sucede a otro ritmo.

Hay elementos que no se llegan a explorar del todo en el transcurso de la película, como lo es la relación de poder/control entre la pareja. Siento que al inicio es un condicionante fuerte, con las pastillas que ella no quiere tomar, el alcohol, o la consulta en el centro médico, pero luego desaparece una vez que ella decide irse. Así, Jorge, su pareja, no vuelve a aparecer hasta casi el final de la película, lo cual creo que es un acierto pues vuelve a reconectar con esa primera situación pero desde otro punto, desde una aceptación del duelo propio y del proceso que una misma quiere llevar consigo.

A falta de 10 minutos para que termine la película, un plano cenital resume al personaje de Noelia, a toda ella, a su viaje, a su camino en relación a la enfermedad, algo vivencial. Una suma de elementos que la rodean reflejan lo que es y lo que ha sido: los trozos de cabello, los videos de caballos, gasas, el mar; todos estos elementos yacen en la cama junto a ella, simbolizando todo lo que es en un pequeño rectángulo de apenas 2m², también lo pequeños que somos.

Es una pena no poder ver antes de la entrega de los Premios Goya 2023 el resto de películas que van a concurso en la categoría de Mejor Película Iberoamericana, pero sin duda, recomiendo encarecidamente hacer un visionado de esta. Ahora que todos los elementos importantes están encima de la mesa, pueden prestar absoluta atención a la interpretación de ella, de Isel Rodríguez, encarnando el dolor de un cuerpo y de una tierra de forma brillante, sutil, en la medida precisa.

Nahia Sillero.

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