POR JERÓNIMO CASCO
11 de ENERO del 2024, 16.53 PM | UTC-GMT -3
'El Niño y la Garza' es la entrada al Multiverso de Hayao Miyazaki | Review
En la superficie, la mayoría de las películas de Hayao Miyazaki parecen ser las mismas: un niño o niña se muda de su hogar para reubicarse en otro, con algún familiar muy cercano complicado de salud o por algún otro motivo incapaz de estar con el o ella, que se deja seducir por la idea de fantasear con escaparse de la realidad mediante la creación de mundos fantásticos imaginarios. Pero el director, siempre reinventándose, posee una magia innata que es difícil de igualar, y ‘El Niño y la Garza’ es su último testamento de ello.
Tras diez años de ausencia, la expectativa era enorme. Con ochenta y tres años cumplidos hace unos pocos días, el director japonés una vez más nos mete en un mundo donde la realidad y la fantasía se funden sin darnos ninguna explicación…pero, ¿acaso tendría que darla?¿no solemos fantasear nosotros también en nuestro día a día? Vivimos en un mundo en donde muchas películas se apoyan en la sobre explicación, subestimando la inteligencia del espectador. Miyazaki nos propone entrar a su imaginario, dándonos la posibilidad de decidir si queremos entrar o no.
En este nuevo drama fantástico que está muy libremente basado en la novela "¿Cómo Vives?" de Genzaburo Yoshino, Mihato Maki es un adolescente que una noche despierta tras el sonido de las sirenas de aviso por un incendio, que resulta ser en el hospital donde está internada su madre. Mihato corre desesperadamente para poder rescatarla, pero las llamas consumen el lugar, dejando el doloroso recuerdo impregnado en la memoria del joven.
Luego de tres años del fallecimiento de su madre y en plena guerra (un contexto que el director le encanta agregar), la decisión de su padre de mudarse a la casa de su nueva compañera de vida llamada Natsuko no le inquieta a Mihato, pero tampoco le moviliza mucho, reduciendo su comportamiento a ser simple y mínimamente educado, pero sin ningún tipo de interacción humana más que con él mismo. Claro está, no son tiempos para prejuzgar al joven luego de haber vivido lo que vivió.
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En ese contexto, la figura de una extraña garza entra en escena. Sorprendido por el accionar de esta ave que parece pedir a gritos su atención, Mihato decide conectar con ella y darle rienda suelta a la imaginación. Sabemos que esta mágica y fantástica conexión entre la naturaleza y el ser humano con la impronta de Miyazaki siempre sirven como metáfora o analogía de la propia desconexión que tenemos como especie con nuestros pares, pero aún así existe algo en la representación del realismo mágico propuesto por el director que atrae, que cautiva, que seduce, pero sobre todo que convence.
Sin saber bien cómo llegamos adonde llegamos, Mihato crea en su cabeza una idea de sanar el dolor por la muerte de su madre mediante la exploración de un multiverso donde las versiones de su tío abuelo, su madre y de una amable señora que sirve como ama de casa en el hogar -llamada Kiriko- existen en formas diferentes. Y es mediante esa exploración que el joven se va autodescubriendo, tratando de descifrar cuál es su verdadero propósito en este mundo. Miyazaki retrata la visión que tiene este joven del mundo con una belleza desmesurada y la contrapone con su proceso de duelo, creando esa particular mirada sobre el equilibrio como base de todo en la vida que tiene el cineasta japonés.
Porque ‘El Niño y la Garza’ de eso se trata: equilibrio. ¿Sino que significado podemos darle a este imaginario repleto de adorables (y terroríficas) criaturas y portales que nos llevan a distintas realidades? Como si fuera una cascada irrefrenable de imágenes una más impresionante que la otra, la película nos pone en la piel de Mihato como si se tratase de Bastian leyendo las páginas del libro en ‘La Historia Sin Fin’.
Cada fotograma de esta película posee una atención al detalle que es difícil de describir, y que justifican su ausencia de diez años. Con el verde preponderando en toda la animación como metáfora del verdadero renacimiento, el director se habla a sí mismo. ¿Renacimiento o despedida? Prefiero creer lo primero.
CONCLUSIÓN:
“Tras diez años de ausencia, lo nuevo de Miyazaki justifica ese tiempo. El Niño y la Garza es un retrato de la sanación mediante la imaginación. Uno que no cuestiona ni sobre explica porqué creemos lo que creemos, sino que nos habla sobre cómo podemos curar desde adentro.
Un testimonio de la visión de un director que cree en el equilibrio y la armonía como fuentes de todo "
PUNTAJE: 8 de 10
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