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SUPER BARBIE

SUPER BARBIE

HEROINAS Y SUPERHEROINAS DE LA POSMODERNIDAD

La última década ha sido pródiga en la elaboración y presentación de personajes femeninos heroicos. Desde superheroínas clásicas remasterizadas (La Mujer Maravilla (Patty Jenkins, 2017 o Capitana Marvel (Anna Boden – Ryan Fleck), 2019) hasta otras de aparición más reciente, hijas de la literatura, el cine o las series como Daenrys Targaryen, Katniss Everdeen, Ahsoka Tano, entre tantas otras.
Por otra parte las diversidades y colectivos diferentes también han reclamado su espacio en el inmenso y complejo mundo del audiovisual.
Al galope de los cambios del siglo XXI y en concordancia con las insurgencias sociales y culturales de estos tiempos, se podría inferir que vivimos en una nueva era: la Era de las heroínas.
Esto sin embargo no es el logro casual de un grupo de estudios iluminados sino que responde a lo que podríamos denominar como los movimientos telúricos de la cultura, que cual sismo pasajero en los setenta y ochenta, pasaron a verdadero terremoto luego del advenimiento del milenio.
No se trata solo de un efecto pasajero ni de una experiencia estética o superficial, sino que, al contrario, decanta antiquísimos reclamos y luchas de los feminismos para el acortamiento de las distancias con su contraparte masculina.
Para comprender el alcance y el poder de este fenómeno, solo hace falta observar los títulos y las temáticas desarrolladas en los medios de los últimos tiempos y relacionar lo que ha sucedido en la esfera social con su emergente audiovisual.

El 2023 nos ha regalado no pocas películas y shows televisivos y quizás uno de los más notorios sea el film Barbie (Greta Gerwig) en donde la icónica muñeca cobra vida y se ve envuelta en una lucha que curiosamente identifica su existencia con todas las falacias sobre las expectativas del mundo femenino.
Margot Robbie interpreta a una Barbie estereotípica, y debido a su phisic du rol (término que usa la industria para referirse a las características físicas de actrices y actores que se evalúa en el proceso de casting para que se ajuste a los requerimientos del guion), se ajusta al imaginario de las muñecas, su cuerpo, sonrisa y cabellera entre otros tantos. Para comprender el hecho de que la mayor crítica mainstream de la historia en lenguaje de cine surge con el auspicio de la misma empresa que las fabrica (Mattel Inc.) es necesario bucear hondo en el mercado de la industria y ver como ésta, se ha visto atravesada por los imperativos sociales. Pero no solo es Barbie una película de análisis sociológico, psicológico y filosófico sino que además es una tremenda y divertida obra de arte. Tiene ironía (incluso sarcasmo), posee un refinamiento estético que remite al mundo de los juguetes y el guion es una certera combinación de elementos ácidos y tiernos, evocaciones a la historia y planteamientos hipotéticos respecto a futuros posibles. Las interpretaciones del elenco incluyen a un Ken (Ryan Gosling) que proporciona el adecuado balance para un ida y vuelta cargado de matices mientras que cada uno de los demás, aporta su toque de humor, gracia y acción dramática.
¿QUÉ ES BARBIE?
Barbie no es una muñeca, tampoco un ser humano real. Barbie es una idea poderosa, un símbolo.
¿Pero cuál es el superpoder de Barbie? Sabemos que no vuela, no tiene gran fuerza, no lanza rayos ni maneja energías ocultas, no cambia de forma ni se contacta con fuerzas del infraverso. Barbie no puede mutar, ni atravesar portales mágicos, no hace magia ni hechicería. Barbie ni por asomo busca estar en las botas de una Capitana Marvel o de Mystique de los X-Men, no es veloz, no intenta parecer brillante ni culta, no coquetea con don de mando como Cersei Lannister de Juego de Tronos ni puede dominar mentes como Jean Grey (Dark Phoenix, también de los X-Men).
Barbie es sencillamente es uno de los íconos culturales más sobresalientes de la cultura capitalista. Y eso, créanme, es un superpoder.
A través de muchas décadas, la muñeca se ha transformado en mucho más que un simple juguete. Ha sido (y es) un símbolo de status en el pequeño mundo infantil. ¿Cuántas Barbies tienes tú? Y ¿tienes un Ken? Y ¿la casita?

Barbie no es solo un producto de la mercadotecnia ni como han planteado algunos sociólogos y pensadores, un elemento de dominación. No es que no lo haya sido en el sentido de promover pensamientos hegemónicos sobre la belleza, el cuerpo, la posición social, el sentido de pertenencia y la condición de la mujer en general. Sin embargo, del mismo modo que el universo de superhéroes y superheroínas nacidas de la cultura popular y transformada en tendencia, hay un punto en donde Barbie toma coloratura propia. Y sucede en realidad pocas veces.
Si pensamos en series o productos de animación japonesas se puede observar que tanto un Pikachu como una Sailor Moon también han trascendido sobre las sociedades al punto de crear una cultura de la vestimenta, la caracterización (otakus y cosplayers por ejemplo) y el consumo (sobre todo esto último) de los subproductos y derivados de las franquicias.
Barbie es un aspiracional peligroso si se toma literalmente. Pero también es un juguete que ha trascendido fronteras por méritos propios que no son de su propia elaboración. No es ninguna novedad que Hollywood es el principal productor de películas y universos ficcionales, pero a veces no se alcanza a comprender que es en realidad (quiéralo o no) una usina de pensamiento, de estética y ética. La forma en que nos relacionamos entre nosotros tiene sus influencias en como miramos, hablamos e incluso en como creemos amar, querer y desear.

TODOS SOMOS FANÁTICOS
No hace falta ser muy druida para observar el efecto que producen los productos de la mass media en cada generación y como esto afecta (para bien o mal) la conducta y las tendencias de pueblos enteros, individuos en particular y especialmente en el imaginario social. No hay forma de que programas de TV, películas, series y comics no formen y moldeen nuestros pensamientos y emociones. Sea Harry Potter, Star Wars, MARVEL o Los Juegos del Hambre entre tantas otras franquicias de la industria, que quien más quien menos, tomamos partido, acompañamos y amamos (incluso odiamos) nuestros shows preferidos con la misma pasión que un fanático del fútbol.
Cualquiera que haya asistido a un evento como la Comic-Con ha visto el nivel de fanatismo, emoción intensa, que cada tribu sostiene. Yo mismo me confieso fan de una saga (Star Wars) y como he comentado en otro artículo colecciono merchandising y hasta me casé con una fiesta temática, junto a Stormtroopers y T-Fighters, con pelea de sables laser con Vader incluida…
Volviendo a Barbie, lo cierto es que luego de la película y su proverbial éxito de taquilla y crítica, estamos ante una renovación completa y total. La autocrítica, incluso salvaje, nos muestra que todos amamos la redención. Nos gustan las historias donde alguien se arrepiente, se humilla y renace. Está en nuestra naturaleza humana. Vivimos con la necesidad íntima de saber que quizás algún día también necesitemos reconocer un error, pedir perdón y mover hacia adelante. Barbie ha conseguido una segunda oportunidad. Y la artífice del milagro ha sido su directora, Greta Gerwig.

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