Robert Zemeckis, director de películas tan aclamadas como la saga de Volver al futuro o su más reconocida Forrest Gump, nos propone cada Navidad, desde el año 2004 (fecha de estreno de El Expreso Polar) acompañarlo en un viaje de fe.
El Expreso Polar sigue a Hero Boy, un niño que está atravesando una etapa de su vida en donde no sabe si creer o no en Papá Noel. Para su sorpresa, a solo 5 minutos de la Navidad, un tren que frena en medio de la calle lo despierta de un plácido sueño. El tren llamado “El Expreso Polar”, lleva a todos los niños que dudan de la existencia de Santa Claus rumbo al Polo Norte, para conocerlo.
Hero Boy es cauteloso, teme en que creer y como es de esperar, a lo largo de la cinta se va a topar constantemente con ideas y personajes que ponen en duda su ideología. El no está seguro que Papá Noel exista y duda que el Expreso Polar realmente lo lleve a conocerlo, pero sin embargo se sube al tren ¿por qué? Al igual que el niño, como espectadores cuestionamos la realidad que la trama nos propone, por lo tanto, queda en nosotros el estar dispuestos o no a dar ese salto de fe y creer en lo que el film pueda llegar a enseñarnos.
Sería exagerado decir que existe una lucha entre la luz y la oscuridad, pero sin embargo el dilema de si el viaje es real o es un simple sueño del niño, persiste de inicio a fin. Más allá de si esto sea así o no (aspecto que voy a detallar más adelante), el film nos propone sumergirnos en una aventura mágica, acompañada de secuencias inolvidables, tales así como: el tren atravesando un lago congelado (fig. 2), el plano secuencia del ticket volando y una de mis preferidas, el baile de los mozos sirviendo chocolatada caliente. Sin dejar de lado el soundtrack principal que acompaña la totalidad de la película, volviéndose un leitmotiv.
Ahora bien, empecemos por el deseo del niño. El niño tras quedarse dormido en su cama luego de creer haber visto a Santa Claus (fig. 6), quien tristemente resultó ser la sombra de su padre, se despierta al escuchar las campanillas del trineo de Santa (el sonido del cascabel va ser crucial llegado el final de la película). Acto seguido se levanta y ve el Expreso Polar frente a su casa. El conductor del tren conoce su incertidumbre y lo invita a resolverla. Una vez dentro del tren, el niño se hará amigo de tres personajes, con quienes compartirá las aventuras de su odisea. Cabe mencionar que el conductor debe agujerear los tickets intransferibles de cada pasajero para validar su asiento.
En medio del plano secuencia perfecto bajo todo punto de vista donde el ticket de Hero Girl se pierde antes que el conductor pueda marcarlo, conocemos al personaje, en mi opinión, más interesante de la película, el vagabundo (Fig. 4). Ambos personajes, tanto el vagabundo como el conductor del tren van a ser dos guías espirituales que acompañan a Hero Boy en su camino de fe. Siendo tan diferentes uno del otro, pese a esto comparten semejanzas. Las presentaciones de ambos personajes se dan detrás de la neblina, a su vez, ambos ofrecen una bebida caliente al niño (uno chocolatada y otro café), ambos protegen y salvan al muchacho en numerosas oportunidades y ambos viajan cada año en el mismo tren rumbo al Polo Norte, pero ¿que piensa cada uno acerca de la Navidad?
Evidentemente el espíritu de la Navidad no significa lo mismo para ambos. El vagabundo es un fantasma que asegura ser el rey del Polo Norte y constantemente hace hincapié en la artificialidad de Santa Claus. Primero se viste de él y lo imita en forma de burla, luego incita al niño en que todo es un sueño, más tarde asume el rol de un titiritero (haciendo alusión claramente a que la Navidad no es más que nuestros padres articulando todo un show para que vivamos como niños la mejor experiencia de nuestras vidas) y acusa a Hero Boy de “incrédulo”, llamándolo Scrooge.
Por otro lado, el conductor es un apasionado de la Navidad, que insiste con que el tren debe llegar antes de medianoche al Polo Norte. La palabra conductor proviene del latin y significa: “el que guía totalmente”. Este personaje es la mano derecha de Santa, es el encargado de conducir y direccionar a los niños en su convicción, es quien de alguna manera nos revela el sentido de nuestra existencia (cada personaje va descubrir finalmente el sentido de su viaje con la palabra escrita en el ticket dorado). Para el vagabundo “hace falta ver para creer”, pero para el conductor, muchas veces, “las cosas más reales son las que no podemos ver”, frase que resume la totalidad del film.
Como espectadores, al igual que el niño tuvimos que vivir todo ese viaje para aprender a creer. El progreso de esta inseguridad se refuerza con la misma pregunta “Are you sure?” realizada 3 veces por el niño a su amiga Hero Girl, quien aunque aparenta ceder su posición, responde la tercera y última vez con un rotundo “Absolutely”.
Al llegar al Polo Norte todas nuestras dudas se desvanecen salvo una, ¿existe Santa Claus? Si, y se nos presenta de la misma manera que el padre de Hero Boy, como una sombra (fig. 6). La dualidad es más que obvia entre el uno y el otro, ambos personifican a Santa, pero pertenecen a realidades distintas.
Sin embargo el viaje no termina ahí, ya que el niño para ver a Santa Claus tiene que primero ser capaz de escuchar las campanillas del cascabel. Una vez que lo logra, confirma su fe y ve por fin luego de tan largo trayecto, el rostro de Papá Noel. Un rostro, que en principio se ve reflejado en la campanita y que tendrá su relación con el plano final del film, donde en un destello de luz vemos por última vez el reflejo de Papá Noel antes de desvanecerse.
Para finalizar y volviendo a la duda existencial de si ¿todo el viaje es un sueño o no?, puedo asegurar que carece de sentido tachar por válida o no esta duda, ya que la película nos invita a vivir una experiencia más allá de la realidad. Pero por si los deja tranquilos, el propio Zemeckis en una entrevista afirmó que toda la idea partía de un sueño que el niño tenía. Pero de nuevo, y con palabras del conductor, personaje que podemos vincular con el director del film como aquel que nos conduce por la magia del relato, “no importa a donde lleve el tren, lo importante es decidirse a subir”. En términos concretos, una película es eso, es un viaje de ida donde se nos invita a viajar a mundos imaginarios con la esperanza de que escuchemos algún día el Expreso Polar llegando a la puerta de nuestra casa.
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