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SELFTAPE, AUTOFICCIÓN O EJERCICIO KATHÁRTICO

Todos los meses de marzo, desde hace seis años, la ciudad de San Sebastián (España) celebra el Crossover Series Festival. En esta pasada 6ª edición, tuve la suerte de participar en una mesa redonda como colaboradora para charlar acerca del impacto de las series juveniles. Dentro del festival, se estrenó Selftape, la serie de la que vengo a hablar hoy. Esta es la tercera producción de Filmin junto a las actrices y cineastas, también hermanas, Joana y Mireia Villapuig.

«Mireia ha pasado de ser una niña que va a la escuela, a ir a un casting con 800 personas y ahora ser la mejor actriz revelación en los Goya»

Argumento breve y sin spoilers.

Dos actrices, la famosa y la no famosa. Y una historia real y mediática: el día en el que una de ellas se presentó a un casting, y fue su hermana la que acabó funcionando mejor para el papel. Este es el pretexto de la serie, que se contextualiza gracias a una serie de archivos de video reales de cuando las dos hermanas eran pequeñas. La fama repentina que cogieron ambas debido a la serie Pulseras Rojas, la cual catapultó a Mireia a la fama, traza el rumbo de los acontecimientos próximos y es el motor para la creación de Selftape.

Para la construcción de la serie, las hermanas realizan un ejercicio de autoficción: unen elementos reales y autobiográficos con una historia, ya de adultas, en la que hablan precisamente de su relación con la profesión de la actuación. Y nada más comenzar el capítulo uno, aparecen separadas por miles de kilómetros, pero también por una situación familiar desestructurada no definida. Las diferencias entre ellas se marcan de manera clara: una clara polarización entre ambas refuerza su contraste. Una ocupa el papel de la “exitosa” (Mireia) y otra la de la “no famosa” (Joana). Mireia, a pesar de llevar una falsa sensación de éxito, es la que de puertas para afuera se muestra absolutamente “glorificada”. Así, la comparación resulta abrumadora cuando se nos presenta a Joana: una actriz jóven e insegura, no por voluntad propia, sino por el acoso laboral que sufre en una serie que va a protagonizar. Recibimos a su personaje sufriendo un abuso de poder dentro del contexto de una primera lectura de guión, sintiéndose intimidada y completamente paralizada por las anotaciones en referencia a su físico y al carácter sexual que, sin ningún tacto, se le exige delante de todo el equipo. Sin embargo, cuando se encuentran en una vida adulta, se ven obligadas a enfrentarse a una expiación y purificación de todo lo vivido en la infancia. Y comienzan a compartir la soledad de la profesión y la pérdida del rumbo de una misma.

A nivel de trama, los seis capítulos acogen el viaje y el proceso de unión y reconstrucción de una relación rota. Mireia, la hermana mayor, abre el capítulo uno lejos de Joana, física y también emocionalmente, pues está en Oslo a punto de enfrentar una ruptura sentimental. Esta distancia incrementa una sensación de soledad con la que el espectador va a tener que lidiar en toda la serie, reflejando, subrayando, el estado interno de abandono y pérdida de los personaje. Mireia no solo está lejos de su hermana y de su casa en Barcelona, se presenta como un personaje sin rumbo. Una joven que directamente camina “vagabundeando” por las calles frías. La iluminación de la secuencia en el país nórdico es fría, reafirmando esta sensación. Y así, termina la primera de las escenas y la trama se traslada a la vida de Joana, en Barcelona.

El primer encuentro entre ambas se da en la puerta de la casa familiar en la que ahora solo vive Joana. Este es, a mis ojos, el único punto en común que van a compartir a la fuerza a lo largo de toda la historia. El argumento se construye a partir del tiempo, con saltos continuos en la trama y alteraciones, mostrando la diferencia y también el paralelismo de dos caminos sin rumbo. Existe un desorden cronológico de diversos tiempos que busca que el espectador tenga una perspectiva global de la historia de las hermanas. A partir de aquí, he decidido no desvelaros más datos de la trama para que todos aquellos que tengáis la suerte de verla podáis descubrirlos.

Mireia y Joana Villapuig, en Selftape, emprenden un viaje sanador y liberador a través del sacrificio que supone hacer una serie sobre tu propia vivencia. Una kátharsis Aristotélica en toda regla. Así comienza esta historia (parcialmente) real, de dos hermanas también reales. Hermanas tanto en la ficción como fuera de ella. Este es un drama construído, de arriba a abajo, dentro del género de la autoficción y aquí vamos a ver porqué.

Lo primero: ¿Qué es la autoficción?

La autoficción, para los que todavía no han ahondado en este género o quieran tener un breve resumen, es la mezcla de elementos reales y ficticios en los que el/la autor/a ocupa un lugar central. Un género que comienza en la literatura pero a día de hoy traspasa todo tipo de representaciones artísticas y sirve como herramienta de creación.

Recomiendo encarecidamente ver si quiera el trailer de esta pieza audiovisual, pues el formato se sale de lo que estamos acostumbrados a ver.

¿Por qué se puede decir que Selftape es una autoficción?

Vinculación autoral e intención de autoficción.

Es quizás la primera pregunta que alguien interesado en el género se haría, obviando, claro, el hecho de que las guionistas, creadoras y protagonistas de la serie cuentan su propia historia y sus personajes llevan el mismo nombre que ellas. Hay una clara intención de autoficción fuera de cámara, pero dentro de la serie ellas no se manifiestan como autoras. Es el espectador, somos nosotros, quienes sabemos que ellas están detrás del texto y que la vivencia es real, pero ellas no salen dentro de la pieza como artificies. Sin embargo, hay una vinculación total de ellas con sus personajes y se articula en forma de alter ego, en la posición central de los personajes protagónicos. Así es como Mireia y Joana Villapuig realizan una transformación y adaptación de unos hechos reales, y dan inicio al proceso que el teórico Sergio Blanco define como la «conversión» de toda autoficción.

Casi todos los trabajos que parten de la experiencia personal, tal y como han contado ellas en diversas entrevistas, surgen de la necesidad de cerrar esa vivencia real, de escribirla para acabar con ese recuerdo. La base de realidad se vuelve un pretexto para el drama. Es el trauma lo que posibilita la trama. Aquí, cuando hablamos de trauma, me refiero a la confesión que hacen Mireia y Joana con Selftape: la de su vivencia prematura con la fama y lo que generó una constante comparación entre ambas.

Grado de ficcionalización.

En el coloquio al que tuve la suerte de acudir, ninguna de las dos, ni siquiera la directora, especificaron cuál era el grado de ficcionalización de los hechos. Como no lo hago yo en ninguno de mis textos de carácter autoficticio, pues no considero que a mayor veracidad, un elemento se considere más o menos parte del género. Pero dentro de los habituales grados de ficcionalización, podría decir que Selftape ocuparía entre el segundo o el tercer grado. En el segundo, el relato real no se superpone el relato ficcional, la base principal es la vida del autor y sobre ella se construye una identidad paralela (alter ego).

Aquellos que la habéis visto, ¿diríais que Selftape está en ente punto? ¿O creeis que lo ficcional se superpone a lo real?, como sucede en el tercer grado. Sería bonito generar un debate entre los que estemos interesados en estas cuestiones.

¿Cómo se construye la «ficción» y lo «auto» en Selftape?

En Selftape, la parte «auto» o real de los hechos se construye gracias a los videos que rescatan de su infancia. Uno de los puntos más interesantes de toda autoficción es cómo se introduce este elemento del pasado y cómo se articula en forma de recuerdo. No es de extrañar que, por tanto, en casi todas las piezas autoficticias se vuelvan de interés común temáticas relativas a este tiempo anterior; la infancia, las heridas abiertas, los miedos, el origen, tal y como sucede en Selftape. Y aquí queda de manera clara y excelentemente aprovechada a través de estos archivos audiovisuales, que suman y consiguen que el espectador empatice con su vivencia en la infancia. Todo este pasado que quizás fue, es lo que genera el hoy de las hermanas. Su pasado tiñe el tiempo presente. Deja huella de alguna manera más o menos evidente.

Por eso, la parte «ficticia» se situaría en las vivencias actuales, cuando las hermanas ya son mayores. Es decir, la historia que vienen a contar. Pero no tiene tanto que ver con si los hechos son reales o no, no se confundan. La parte «ficticia» surge desde el momento en el que la historia de Mireia y Joana atraviesa un filtro de subjetividad por las palabras que eligen ambas para contarla. Deciden qué partes contar y cuáles se quedan para ellas.

Esto afecta de la misma manera a sus personajes. Por mucho que decidan llevar sus propios nombres, se dar una ficcionalización al elegir qué parte extraen de sí mismas y cómo la convierten en parte del relato. Ese «Yo» comparte con ellas sus intereses, pero en específico, su necesidad de hablar de cuestiones propias. Así, lo esencial de la autoficción no es si pertenece a la realidad del autor lo que se nos está contando, ni qué porcentaje de verdad hay en el relato, sino lo que con esa ficcionalización se quiere contar.

Selftape es una serie cruda, llena de verdad. Tan real que a veces, para los que nos dedicamos a este mundo de la actuación, araña y escuece en el corazón.

Todo es poesía aquí.

Son seis capítulos de aproximadamente media hora en el que, si no fuese por el lenguaje poético y la belleza de los planos, uno se quedaría con un sabor completamente agrio al acabar. Sin embargo, es la brillantez con la que se combina lo crudo y lo bello como se consigue querer volver a revivir esta historia. Joana y Mireia Villapuig construyen, junto a Bàrbara Farré, una historia que abandona el discurso cronológico-lógico. La serie combina un plano realista, con uno en el que la trama se diluye, el pasado, más próximo a la evasión.

La poeticidad de la pieza se encuentra en muchas ocasiones en la colocación de la cámara, fija y buscando un plano muy general de la escena. También en los paseos en silencio, en los trayectos donde las dos hermanas solo se miran o caminan. El plano de la bañera, que a menudo se ha utilizado como cartel promocional de la serie, contiene una belleza y una emotividad abrumadora. Merece la pena llegar hasta ese punto solo por verlo.

A su vez, los momentos específicos en los que se introducen los archivos de video del pasado tienen un peso enorme en la manera en la que el espectador se va a sentir involucrado en la historia. Por tanto, podría decirse que es la suma de todos estos planos de significación los que hacen que Selftape sea una serie «autoficticiamente» poética. Probablemente esto no exista en el diccionario de mi lengua, pero no encuentro otras palabras para definirla.

Véanla. De corazón.

Nahia Sillero.

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