“Ryan”
Un artista entre la tierra y el infierno
por Gastón Siriczman
En abril de 1970 un hippie caminaba por las alfombras rojas del Dorothy Chandler Pavilion. Mientras los fotógrafos lo ignoraban o lo miraban raro, Ryan Larkin iba confiado rumbo a la ceremonia de los premios Óscar en la que estaba nominado por su película “Walking” en la categoría mejor cortometraje animado. El premio finalmente iría a parar a las estanterías de Walt Disney, pero eso era lo de menos. La nominación lo había puesto en el centro de la escena del cine animado mundial. Esa presión y un creciente temor al fracaso fue demasiado para su espíritu tan sensible como frágil. Siguió produciendo algunos cortos extraordinarios para la National Film Board de Canadá, pero cada vez más dependiente del alcohol o la cocaína. En 1978 tocó fondo y lo obligaron a renunciar. Ya nunca volvería a dirigir una película, tenía treinta y cinco años.
“Walking” dir. Ryan Larkin - 1969
A partir de ese momento todo fue cuesta abajo. Sus obras, su dinero y su prestigio pasaron por su nariz o se volvieron humo. Diez años después ya nadie reconocía en ese mendigo que pedía unas monedas en las calles de Montreal a aquel joven que había viajado a Los Ángeles con la esperanza de regresar con un Óscar bajo el brazo.
Esta historia habría terminado en un irremediable olvido de no ser por la aparición de otro animador, Chris Landreth. A principios de los años dos mil, el azar o una buena jugada de las hadas del cine, hicieron que Landreth reconociera detrás de los harapos a uno de sus ídolos, Ryan Larkin. En ese punto la historia de la animación escribiría una de sus páginas más bellas y dramáticas.
A partir de varias entrevistas, Landreth registró charlas con Ryan, con su ex pareja y con el que fue su productor de sus películas. Con esos audios y un relato en primera persona como columna vertebral, se propuso hacer un documental. ¿Un documental animado? Sí, un documental animado de trece minutos que se llamaría “Ryan” y que finalmente se estrenó en 2004.
El resultado final es extraordinario. Lejos de cualquier formato tradicional, la película juega fuerte a la tensión. El contraste entre las voces reales de los protagonistas y su representación como figuras fisuradas es profundamente expresionista. Con los recursos propios de la animación 3D se van creando universos distorsionados y oscuros que sumergen al espectador en toda una variedad de atmósferas en las que no faltan algunas pinceladas de humor.
Landreth no se oculta detrás de la “cámara”. Todo lo contrario, él conduce el relato y hasta dedica todo un capítulo a exponer sus propias grietas, donde queda claro que en su mirada no hay un sesgo moralizante ni un juicio de valor. Landreth ve a Ryan como quien se mira en un espejo, y en ese cara a cara no podemos dejar de ver una suerte de duelo entre un artista con su propio reflejo.
La historia contada, los recursos estéticos visuales y sonoros y el peso histórico, le valieron a “Ryan” una nominación a los Óscar de 2004. El final en este caso iba a ser de los buenos y el premio iba a terminar en casa de Landreth.
La repercusión por el estreno del cortometraje y la sucesión de premios, consiguió que Ryan tuviera una segunda oportunidad. Se alejó del alcohol y alcanzó a realizar algunos separadores para MTV. Incluso logró que la National Film Board decidiera producir una nueva película suya treinta años después. Pero ese proyecto quedaría inconcluso. Entre tantas luchas, Ryan estaba luchando contra el cáncer y este finalmente lo venció en 2007.
Nos quedan sus cortometrajes y “Ryan”, una maravillosa película que nos permite asomarnos a su vida, a sus batallas, pero principalmente a conocer y poner el valor su arte.
A continuación la versión completa y con subtítulos en español de “Ryan”
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