Revisitando 'Billy Elliot', de Stephen Daldry: Una Película, Miles de Enseñanzas

POR JERÓNIMO CASCO

29 DE SEPTIEMBRE, 17.40 PM | UTC-GMT -3

El sudor corre por las manos de Billy… su inmenso deseo de perseguir su camino se ve bloqueado por la realidad de que quizás ese sueño ya haya llegado, pero que eso signifique dejar todo atrás le aterroriza. Luego de una performance de ballet ante un jurado y ante la mirada con orgullo de su padre, Billy se retira, sin antes ser interrumpido por uno de los integrantes del jurado que le pregunta:

“¿Qué se siente cuando estás bailando?”

A lo que Billy contesta sin pensarlo mucho:

No lo sé. Se siente bien. Algo rígido y eso, pero una vez que me pongo en marcha ... entonces me gusta, me olvido de todo. Y... es algo así como desaparecer. Como si sintiera un cambio en todo mi cuerpo. Y tengo este fuego en mi cuerpo. Solo estoy allí. Vuelo como un pájaro. Me siento como la electricidad. Sí, como la electricidad.

Estas son las palabras que definen el sentimiento de alguien apasionado y a su vez restringido a esa pasión por su circulo social. Hace 23 años un día como hoy se estrenaba en cines una película que sin dudas envejeció como el mejor de los vinos. Estamos hablando de Billy Elliot (2001), debut absoluto y demoledor del director Stephen Daldry y de su joven protagonista, Jamie Bell, como el talentoso Billy Elliot.

Ambientada e inspirada en un tiempo y lugar muy específicos, y a su vez en distintas obras cinematográficas y figuras del ballet, Billy Elliot nos narra la historia del joven Billy y su difícil camino para poder ser un bailarín de ballet. La película narra los hechos que suceden entre 1984 y 1985 en Durham, Reino Unido, una ciudad atravesada (como la gran mayoría) por las duras políticas de Margaret “La Dama de Hierro” Thatcher en ese momento.

Si bien se muestran algunas consecuencias de ese estado extremadamente libertario, la película tiene un impresionante balance para mostrarnos cómo esto en realidad deriva en la necesidad de enfocarnos siempre en Billy, así como todos los subtextos y pocas subtramas que hay. Esta es su película.

Presionado por su padre y sofocado por su hermano Tony, Billy se encuentra ante el deseo de bailar ballet casi de casualidad, en un entrenamiento de boxeo al que su padre le obliga a ir. Es ahí cuando entendemos que el arte surge del deseo. En este caso, el deseo de volar. De transportarse a otro lugar, a otra realidad…

Y aunque el camino de Billy sea el más importante de todos, hay uno en particular que tiene una notoria consonancia en el impacto del baile en el joven: el de su padre. Que importante hacer foco en la figura paterna y en la deconstrucción como ser humano de alguien tan marcado por las costumbres y las tradiciones como lo es el personaje magistralmente interpretado por Gary Lewis.

Alguien que se muestra reticente y poco abierto al principio, pero que con el paso del tiempo entiende que redimirse y conocer más a su hijo es la única salida posible. La película no recurre fácilmente al recurso emotivo sin antes generar empatía con el espectador hasta los momentos finales. En este desarrollo de la narrativa la única que si tiene ese entendimiento es la abuela de Billy, que repite sin cesar: “Yo podría haber sido una bailarina profesional”. Claro, la voz de la sabiduría y la experiencia tiene un peso notable, y que, paradójicamente, en silencio y a través de algunos gestos brinda algunos de los momentos más emocionantes de la película.

Ese “que hubiera pasado si” se transforma en un fantasma constante de un futuro que parece nunca llegar para Billy, luchando internamente por descubrir quien es y exteriorizándolo con el baile. El talento, nuevamente, viene del deseo, pero también surge (en parte) de una necesidad muy específica, y totalmente relevante para lo que plantea la película: crecer.

Billy termina enfrentando a su padre, generando lazos más allá de los que pensaba que algún día podía tener, y entendiendo que para perseguir un sueño hay que cruzar obstáculos y hay que hacer un esfuerzo inimaginable. Perseguirlos es mucho más que eso…

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