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El Conde: Vampiros y tango en una dictadura sangrienta

Durante mucho tiempo, los vampiros han sido una metáfora de la política y la identidad. En Estados Unidos, por ejemplo, la derecha los asociaba con el Partido Demócrata, que los consideraba desviados sexuales e inmorales. Además, tristemente, durante la epidemia de SIDA en los años 90, los vampiros también se utilizaban como metáfora de la comunidad homosexual. Esto se debe a que los vampiros son nocturnos (lo que reflejaba la disminución de espacios seguros para los homosexuales en esa época); ocultan su verdadera identidad (lo que representaba el miedo a mostrar en público su verdadera identidad sexual); y crean más vampiros al morder a otros (lo que se paralelizaba con la transmisión del virus del VIH a través de actividades sexuales y el contacto con sangre contaminada).

Y aquí llega "El Conde" de Pablo Larraín, donde el dictador Augusto Pinochet se convierte en vampiro. Antes de ir a Chile, sirvió en el ejército de Luis XVI y probó la sangre de María Antonieta, decapitada durante la Revolución Francesa. Los acontecimientos históricos posteriores a su llegada a Chile se pueden consultar en los registros. El 11 de septiembre de 1973, Pinochet lanzó un golpe militar que llevó al país a un período de 13 años de dictadura militar. En la película, el viejo Pinochet cae paulatinamente en una crisis existencial tras ser condenado por su pueblo y su familia. Su esposa e hijos también intentan dividir su riqueza. En su nueva producción, Larraín, quien ha realizado una trilogía de películas basadas en Pinochet, como "Tony Manero" (2008), "Post Mortem" (2010) y "No" (2012), explora la cuestión política de la que los creadores chilenos no pueden escapar: el profundo impacto del golpe de Estado ocurrido en Chile hace cincuenta años.

Por mi parte, no me enfocaré ni en política ni en historia. Lo que me intriga son las características y la transformación de los vampiros en esta película, así como la forma en la que su transformación sirve al tema de la película.

Ni un milímetro de piel pálida

Los vampiros suelen aparecer en castillos y ataúdes, deambulando por la noche en las películas. Sin embargo, los vampiros de "El Conde" ni siquiera tienen la piel pálida (no por las imágenes en blanco y negro). Desde el siglo XXI, la distinción entre vampiros y humanos se ha desdibujado, pero esto sirve para ayudar a los vampiros a mantenerse al día y facilitar su integración en la era moderna. Aun así, la tez pálida sigue siendo un rasgo simbólico para demostrar su identidad.

Los vampiros de Larraín son casi indistinguibles de los humanos en apariencia. Esta indistinguibilidad refleja precisamente la invisibilidad de las diferencias en el mundo actual. Si bien se realizan esfuerzos para abordar y mejorar cuestiones relacionadas con la clase social, la raza y el género, siguen surgiendo nuevas diferencias e injusticias imperceptibles. Esto se puede paralelizar con la situación en la que la monja examina la situación financiera de Pinochet en la película y revela la forma en la que devoró los bienes nacionales durante su mandato. Ante estas disparidades e injusticias, la gente se siente casi impotente. Probablemente, aún podamos tener cuidado si nos encontramos con alguien de tez pálida. Sin embargo, dada la situación actual, no seremos alertados de la presencia de "vampiros" y no podremos identificarlos hasta que no hundan sus colmillos en nuestra piel. Hay que reconocer que esto retrata el fenómeno capitalista que incorpora a los humanos, les extirpa las emociones y termina produciendo individuos cada vez más codiciosos.

El Conde
Pinochet (vampiro) y su mujer (una persona normal)

Diferentes tipos de sangre

Las películas de vampiros suelen darle suma importancia al origen de la sangre, y les prestan aún más atención al grado de frescura de esta. Cuanto más fresca esté la sangre, mejor será su sabor y su capacidad para aumentar la energía. Además, la frescura está determinada principalmente por la edad de la persona de quien se extrae. Se considera que los individuos más jóvenes tienen sangre más fresca. Entonces, inicialmente, no se clasificaba la sangre de otra forma (algo que al pensarlo dos veces puede parecer desconcertante), hasta que ciertas narrativas destinadas a educar y domesticar a las mujeres, o películas románticas, comenzaron a retratar la sangre de las mujeres jóvenes o nobles como más valiosa.

"El Conde" adopta un enfoque audaz al asociar crudamente la sangre con la clase y la raza. En la película, los vampiros hacen comentarios despectivos sobre diferentes individuos mientras prueban su sangre. La sangre de los trabajadores de clase baja es picante y desagradable, mientras que la de los colonizadores imperiales es dulce y deliciosa. Y, sorprendentemente, la sangre de un vampiro tiene incluso un efecto rejuvenecedor. El director describe sin miedo cómo dictadores, nazis, oportunistas y aquellos con poder explotan, desprecian y matan brutalmente a otros, incluidos los de su propia especie. Hacia el final, a Pinochet se le concede una nueva vida después de convertirse en un niño porque se comió los corazones de otros vampiros: un diseño de trama brillante, como si sugiriera que un mayor poder (o mayor valor) no reside en matar a inocentes o a las masas, sino en erradicar los demonios que son similares a uno mismo.

Sé un vampiro o muere

En "El Conde", la representación de la violencia infligida por los vampiros es extremadamente brutal. En lugar de sólo morder el cuello o la muñeca de alguien para extraer la cantidad necesaria de sangre, lo que normalmente mantendría viva a la persona si el vampiro mostrara misericordia, el vampiro corta el pecho de la víctima con brutalidad y le extrae el corazón o la mata antes de beber su sangre. En resumen, la víctima inocente no tiene forma de escapar. Los vampiros en "El Conde" no muestran sus colmillos de forma casual, pero cuando muerden a alguien, muchas veces lo hacen con la intención de convertirlo en vampiro.

Además, estos monstruos usan exprimidores para mezclar los corazones de sus presas con vino tinto antes de verter el líquido en una exquisita copa para saborearlo. Esta reescritura añade un toque a su mente elegantemente retorcida y los transforma en lobos con piel de oveja. Al mismo tiempo, fortalece el terror de los vampiros, ya que sus atrocidades son irreversibles: uno muere o se une a sus filas, no hay alternativas.

El Conde
El sirviente (vampiro) usa exprimidores para licuar los corazones de las presas.

Los vampiros también envejecen

En muchas películas antiguas, los vampiros conservan su aspecto del momento en que los convierten. Por ejemplo, en “Entrevista con el vampiro” (1994), la niña Claudia, que se convierte en vampiro por accidente, está enojada y desesperada porque no podrá crecer ni convertirse en una mujer madura.

Sin embargo, en "El Conde", los vampiros envejecen con el paso del tiempo, aunque hayan consumido grandes cantidades de sangre. Esta configuración es inevitable porque, después de todo, debe servir a la trama. No tendría sentido retratar a Pinochet como un joven vibrante, ¿no? Tengo que aceptar que es reconfortante ver vampiros en pantalla con rasgos de envejecimiento, y que el actor Jaime Vadell hace un gran trabajo con su interpretación. El público puede en verdad sentir el envejecimiento de Pinochet y ser testigo de cómo se pierde a sí mismo en la búsqueda del poder, a través de sus arrugas, los pasos inestables y su forma de vuelo robótica.

Los vampiros también necesitan dinero

Las películas retratan a la mayoría de los vampiros como condes o nobles que poseen una fortuna mucho mayor que la de la gente común, o no se tiene en cuenta el origen de su dinero y son simplemente retratados como individuos adinerados. Sin embargo, "El Conde" aborda esta cuestión de frente. De hecho, la película gira en torno a la liquidación de los bienes de la familia de Pinochet por parte de una monja con la que no está relacionado. A través de este proceso, somos testigos de cómo Pinochet acumula su riqueza abusando de su autoridad y de su incesante codicia. Más interesante aún, aunque Pinochet nunca ha mordido a sus propios hijos, todos terminan actuando como vampiros. La tiranía y la obsesión por el dinero parecen calar en esa familia.

Los hijos de Pinochet complotando acerca de la fortuna de su padre

Los vampiros pueden volverse codiciosos por el dinero; envejecen como cualquier ser humano normal; y su apariencia es indistinguible de la de los individuos comunes y corrientes. Además, las atrocidades que cometen son más encubiertas y perversas. Es probable que esta distintiva imagen de vampiro creada por Larraín, que se inspira en prototipos históricos, ocupe un lugar en la historia de las películas de vampiros.

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