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Nunca viste una película como 'SORCERER' de William Friedkin | Retro-Review

Roy Scheider en Sorcerer (1977)

POR JERÓNIMO CASCO

13 DE SEPTIEMBRE, 12.07 PM | UTC-GMT -3

NUNCA VISTE UNA PELÍCULA COMO ‘SORCERER’, DE WILLIAM FRIEDKIN | RETRO-REVIEW

Veracruz, México. Finales de los 70s. Un hombre dirige su mirada hacia una plaza repleta de gente desde la ventana de un edificio. Otro hombre, mucho más elegante y con gafas de sol abre la puerta del departamento y le mira. No se conocen. El hombre elegante le dispara, acabando con su vida al instante. Baja por el ascensor y se va.

Queda impune…

Jerusalén. Misma época. Clima de paranoia y convulsión social. Dos hombres, al parecer amigos, unen fuerzas junto a un grupo de rebeldes en una misión casi suicida que involucra terrorismo de Estado. Lo logran. Escapan, se esconden en un departamento. Uno de ellos es atrapado por las fuerzas militares del país. Mientras observa a la muchedumbre agotado y desesperanzado, el otro se escabulle entre la multitud.

Queda impune…

París. Se repite la época. Un banquero es acusado de evasión fiscal con y otras acciones fraudulentas que cometió con su empresa que lo pueden dejar en la cárcel. Trata de persuadir a su cuñado, un hombre que tiene contactos, para que convenza a las autoridades de postergar la acusación. Tras presenciar el suicido de su cuñado, decide huir, dejando atrás a su esposa.

Queda impune…

New Jersey. Si, misma época. Un grupo de cuatro delincuentes sin mucha experiencia organiza un golpe contra una iglesia en medio de un casamiento, y con la llegada de un camión de caudales al lugar. No sólo roban el dinero recaudado, sino que además uno de ellos le dispara al hermano del dueño de la Iglesia, que resulta ser otro criminal. Pero tras la huida chocan de frente con un camión. Tres de ellos fallecen en el acto, y el cuarto sale herido pero con vida. Antes de que llegue la policía, huye nuevamente.

Queda impune…

Cuatro prólogos situados en diferentes locaciones pero que presentan una misma situación a pesar de las diferencias culturales, sociales y políticas: cuatro seres humanos que huyen de las consecuencias de sus actos sin querer afrontarlos. El destino, tema que emerge de manera subyacente y progresiva a lo largo del desarrollo de la película, será el verdadero hechicero (así como lo dice el título) de esta verdadera obra maestra.

Friedkin nos arrastra en sentido figurado hasta un lugar donde la única ley que existe es la de la naturaleza, y nos hace sentir en carne propia lo que para él significaba la verdadera experiencia cinematográfica. Una sin filtros, sin correcciones políticas, llena de riesgos y peligros, sin vueltas. Una que entiende que para que el arte traspase la pantalla y se fije en la memoria del espectador debe ser fiel al mensaje que se quiere transmitir, sin juzgarlo ni subestimarlo.

La experiencia se expresa a través del destino como eje central de la historia, ese que une a estos cuatro hombres, y que es el encargado de determinar que tan graves serán las consecuencias de sus actos. Y es en el corazón del Amazonas donde, geográficamente alejados de los problemas, se reencontrarán inevitablemente con ellos. En el corazón de una tierra desolada, corrupta, empobrecida…

La suerte parece tocarles la puerta a estos hombres al solicitarse cuatro puestos de trabajo que consisten en transportar una importante carga de explosivos a través de la frondosa jungla amazónica para darle fin a la expropiación de las tierras indígenas a cargo de los yankees. La necesidad de volver a sus hogares hace que esta oportunidad de trabajo sea la única escapatoria posible ante el caos, tanto interno como externo.

La película, o mejor dicho, la experiencia cinematográfica comienza con el viaje de los cuatro hombres a lo profundo de la jungla. Uno que va revelando poco a poco no sólo el poder de la naturaleza que los rodea sino también la verdadera naturaleza de estos personajes que ya no tienen nada que perder, pero que aún así, lo dejan todo para poder escapar de la realidad que les toca vivir.

‘Sorcerer’ es una constante sucesión de escenas donde uno como espectador (y no como crítico) no pueda dejar de preguntarse cómo es posible que se haya filmado tal movimiento de cámara o tal plano. Cómo desde el caos se puede construir tanta belleza cinematográfica. Porque técnicamente estamos hablando de una película perfecta: fotografía, banda sonora, diseño de producción… No hay elemento que no conjugue con el otro sin perder su valor propio y a su vez enriquecer al resto.

Un relato atemporal. Que deja preguntas y debates internos hasta muchos días después de su visionado. Que invita a la reflexión y el cuestionamiento de quién realmente somos y que lugar tenemos en este planeta. Que se arriesga por mostrar la crudeza y no hacernos sentir empatía por sus personajes, ya que no lo merecen.

En tiempos de hipocresía moral desde cualquier ángulo por el que se mire, Sorcerer es una respuesta a la mayoría del cine que se hace hoy en día: el que quiere abarcar todos los gustos, todas las edades, todas las diversidades…

Sorcerer es perfección cinematográfica. Desde su comienzo hasta el final.


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