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Sanar la adolescencia: Heartstopper y el valor de la ternura (especial para millennials)

Spoilers

Advertencia: este artículo contiene spoilers.

Hace unos días terminé de ver la segunda temporada de Heartstopper, y quedé bastante movilizada.

Creo que es una serie que vino a revolucionar la manera en que se dio, por lo general y más que nada para los de mi generación millennial, la narrativa en las series y películas adolescentes. Salvo excepciones, había un cocktail de temas que nunca faltaban: dramas, peleas, los “buenos” contra los “malos”, relaciones problemáticas, celos, la pareja protagonista medio tóxica y con sinfín de histeriqueos…

Pero Heartstopper cambia de foco. Y no lo digo solo por ser una serie donde los protagonistas son una pareja de adolescentes hombres, cosa que nosotros no vimos a esa edad. Entiendo que eso fue un quiebre, porque muchos pasaron su momento de descubrimiento sexual en la total soledad, incomprensión, discriminación, miedo… y tener referentes – aunque sea en ficción – les hubiera significado un gran cambio. Pero quiero correr el eje, para analizar esas perspectivas habrá gente mucho más apta que yo.

Quisiera enfocarme en otra cosa. Una sensación me recorrió mientras miraba cada capítulo: un “no sé qué” que no podía definir, que iba tejiendo un gran manto donde arropar mi adolescencia; que iba cosiendo heridas y resignificando momentos. Cuando vi el último capítulo, lo identifiqué: era la ternura.

Encuentro ternura no solo en la relación entre Charlie y Nick, que en esta temporada se consolida. También en la relación de hermanos que tienen Charlie y Tori; la relación entre Nick y su madre (¡gracias Olivia Colman!); la relación de amistad entre todos los del grupo; Tara y Darcy; Elle y Tao; Isaac con su soledad en su proceso de autodescubrimiento; Imogen en la búsqueda de nuevos vínculos y amistades; Mr. Farouk y Mr. Ajayi, que muestran que es posible también en la adultez.

Y no hablo de ternura en un sentido cursi y sentimentalista. Hablo del afecto, de la atención al detalle, de la preocupación genuina por el otro. Y por uno mismo también. De la manera en que un vínculo sano es expansivo y va tocando hasta los aspectos más oscuros y dolorosos de nuestro ser. Lo que le da a Charlie la fuerza para responder a Ben con seguridad cuando se acerca a pedirle sus pobres disculpas. Lo que hace que Tao mire a Elle como un ser excepcional del que no se siente digno. Lo que hace que Nick se dé cuenta del desorden alimentario de Charlie y se preocupe por cómo ayudarlo. Lo que hace que Tori lo proteja con una ternura fiera, de ser necesario. Lo que hace que Tara soporte la cerrazón de Darcy que, al final, se quiebra y comparte sus angustias. Lo que se muestra en la vulnerabilidad de Mr. Farouk en quien, tras la pose de autoritario, serio y gritón, habita un hombre deseoso de encuentro y de amor.

Todo esto me hizo pensar en qué necesaria es la representación de ese tipo de vínculos en ese momento de crecimiento, vulnerabilidad y sentirse extraño en el mundo que es la adolescencia. Claramente, no es todo color de rosas. Hay también en la serie momentos de tensión, de discusión, de relaciones conflictivas. Y quizás podría pensarse que se ponen estándares demasiado altos, de gran madurez e inteligencia emocional para los adolescentes, quienes no siempre tienen ese nivel de relaciones sanas, de resolución de conflictos.

Pero, si todo eso ya lo vemos harto representado en pantalla, ¿por qué no dar lugar a lo otro? ¿Por qué no mostrar, por una vez, que también se puede querer sin lastimarse, que se pueden tener amistades en las que contar y descansar? ¿Por qué no el respeto y la paciencia por el otro en el mutuo descubrimiento sexual, en lugar de que el encuentro sexual sea lo único importante?

Creo que Heartstopper vino a mostrarnos eso. Que también en la adolescencia se pueden vivir vínculos sanos. Que no todo es celos, gritos, desamor y confusión.

Y lo necesario que se hace eso para la vida.

Incluso si uno es ya un adulto millennial, y puede, con una simple serie, sanar su adolescencia.

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