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¿Por qué 'The Bear' se siente tan REAL?

Spoilers

POR JERÓNIMO CASCO

24 DE AGOSTO, 16.19 PM | UTC-GMT -3

¿POR QUÉ ‘THE BEAR’ SE SIENTE TAN REAL?

“Nunca es demasiado tarde para volver a empezar”, le dice Olivia Colman (como uno de los tantos cameos en esta segunda temporada) al renovado personaje de Richie, uno con los mejores arcos dramáticos de la serie. Una que se podría resumir tranquilamente en esa frase, ya que ‘The Bear’ no conoce de segundas, terceras, cuartas oportunidades…

El guionista, productor y director Christopher Storer (Dickinson, Ramy) que a su vez es el creador de la serie, en esta ocasión propone que el caos sea visto no desde la reconstrucción de The Beef (el lugar de comidas que Mike le dejó a Carmy como “regalo” antes de suicidarse), sino desde una mirada introspectiva a la necesidad de cada uno de los personajes de recoger las piezas rotas que dejaron en el camino, y así intentar sanar.

La serie sabe cuando pegar en el momento justo, haciéndonos creer que la vida es una interminable sucesión de desastres, pero que a veces sabe devolvernos todo lo que uno da. Y ahí es cuando nos recuerda que siempre hay espacio para no sólo regalarnos algo de felicidad, sino que también tener la sabiduría de poder compartirla.

Jeremy Allen White como "Carmy" Berzatto

The Bear pretende manejar sencillez desde la puesta en escena porque si se piensa dos veces es una serie enfocada en los personajes, en sus circunstancias, sus problemas casi palpables, identificables y sobre todo, reales. Desde el constante dolor en el pecho de Carmy por la muerte de su hermano que retumba como un penoso recordatorio, pasando por la soledad de Tina, la ira incontrolable de Richie y su posterior recuperación, hasta lo reprimido de Sydney, todo en la serie se encuentra ahí, en el borde de lo tangible.

Aún así existe una delicada, casi sutil, pero potente atención al detalle que invita a rememorar el pasado con nostalgia (como lo es todo el sexto capítulo: una cena familiar que sube y baja emocionalmente como una montaña rusa) y disfrutar del presente de manera casi imperceptible, sin análisis posible. Es en esa disfrazada "invisibilidad" donde la serie invita a vivir de una experiencia tan viva como el día a día de cada uno, salvando las distancias y diferencias.

Por supuesto también está la precisa selección musical que es una delicia para los oidos. R.E.M, Radiohead, Otis Redding, Van Morrison, Crowded House son algunas de las icónicas bandas que forman parte del golpe emocional que la serie brinda en cada capítulo.

Ebon Moss-Bachrach como Richie

Decía el novelista portugués José Saramago: El caos es un orden aún sin descifrar. Probablemente ‘The Bear’ entiende esa frase a la perfección y se la apropia en su relato. ¿Que sería de nosotros si no tuviéramos problemas? ¿Que clase de vida viviríamos? Claro está, y así lo demuestra la serie en los conflictos de sus personajes, los problemas no son más que una mera construcción que cada uno de nosotros externaliza y contagia al resto.

Pero aún con todos estos elementos dramáticos puestos sobre la mesa, inteligentemente el humor tiene su espacio, porque no sería drama si no existen risas, genuinas, diría que algunas tal vez improvisadas. Otro de los aciertos de la serie además de la mixtura de géneros que tiene, es la sensación de material de archivo que tiene. No nos confundamos, no es que el look se vea como un mockumentary o falso documental, pero los personajes están tan bien escritos, tan bien definidos, que es casi imposible olvidarse que estamos frente a una pantalla y parecería ser parte de un reality.

Como lo anticipaba el final de la primer temporada, ya no existiría The Beef, ahora es The Bear: el legado de un hermano a otro, y el compromiso y sacrificio de éste (junto a su fiel equipo) de poder superar los obstáculos, apostando a que todo estará bien.


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