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Análisis de Barbie: simbolismo y conexiones con el mundo real

Spoilers

Si tuviéramos que hacer analogías, podríamos comparar a Barbie con La Masa: Un Estudio sobre la Mente Popular de Le Bon o Sapiens: De animales a dioses de Harari, obras populares que han logrado simplificar y popularizar temas sociales complejos o problemas históricos. La mayor fortaleza de estas obras radica en su capacidad para delinear grandes problemas con sólo unos pocos trazos, brindando una claridad sin precedentes. En resumen, encuentran el mínimo común denominador que resuena en el público, ofreciendo placer sin recurrir a tácticas baratas: son accesibles pero tienen el potencial y la capacidad de provocar una profunda reflexión.

El valor más significativo de Barbie (2023) está en la ingeniosa descripción Hollywoodense de una ideología popular contemporánea, o sea, el feminismo. Tiene la agudeza de la crítica política y el sentido de introspección y desprecio de la clase media. Además, ridiculiza descaradamente la vanidad y la debilidad masculina sin llegar a los extremos, evitando convertirse en una especie de vertedero de emociones extremas.

La película utiliza una historia parecida a una fábula para exponer con habilidad la difícil situación de las mujeres. Barbie fue una vez un símbolo de la belleza femenina, y la escena inicial de la película destaca la naturaleza progresiva de esta imagen. Antes de ella, las muñecas femeninas representaban solo bebés, perpetuando una representación de la maternidad y la vida doméstica. Barbie, sin embargo, significa un cierto despertar entre las mujeres, un despertar que se manifiesta en el universo de Barbie en mujeres que no sólo son bellas sino también sabias y poderosas. Pueden ser ganadores del Premio Nobel o incluso presidentes. Ya no se limitan a la maternidad o a la mera belleza; en este mundo pueden ser lo que quieran.

Pero este despertar también es una trampa, una que ellas mismas se han tendido. Al final, Barbie sólo representa estereotipos e ideales inalcanzables que nunca pueden llevarse a cabo en la realidad, y por lo tanto, sólo representa una fantasía. Esta búsqueda interminable de la perfección se convierte en una fuerza sofocante que reprime la singularidad de las mujeres reales. No es más que idealismo tóxico y autohipnosis delirante.

Así es como las Barbies se bañan en agua inexistente, fingen cepillarse los dientes y beben vino invisible, celebrando una alegría ficticia junto a una playa imaginaria. Todo es falso.

La crisis existencial de la Barbie de Margot Robbie es, en esencia, un reflejo de los valores representados por Barbie: sedantes, una pompa de jabón rosa que explotaría con demasiada facilidad si alguna vez entrara en contacto con el mundo real.

En Barbieland, no hay Barbies embarazadas porque el embarazo representa la diferencia más significativa entre mujeres y hombres en nuestro propio mundo dualista, y a lo largo de la historia ha impuesto las mayores restricciones a las mujeres. Sin embargo, olvidar el embarazo es borrar muchas de las experiencias femeninas más fundamentales. El mundo de Barbie se aparta de la menstruación, el dolor menstrual y el parto: una celebración escapista. Este sueño de fuga no es simplemente una demanda que las mujeres se imponen a sí mismas; también es fomentado sutilmente por nuestra sociedad patriarcal en complot con el consumismo.

En la película, los productores de Barbie son hombres aparentemente incompetentes pero controladores, una clara acusación al patriarcado moderno. El papel de la creadora de Barbie, Ruth, es una prueba más de la última sumisión y explotación de Barbie por parte del patriarcado y el consumismo. La verdadera creadora, al final, es congelada en el tiempo y exiliada por los hombres a un lugar lejano y olvidable. Los hombres vieron la demanda de las mujeres y jugaron con ella, convirtiendo a la independencia femenina en uno de los negocios más exitosos de esta era.

En este sentido, entonces, la utopía aparentemente femenina de Barbie sigue siendo, de hecho, diseñada y controlada por hombres, una imitación rebelde de una sociedad patriarcal. Aquí es donde la película supera la típica retórica feminista popular. El dilema de Barbie es, hasta cierto punto, el dilema de los hombres en nuestro mundo real, y la representación de Ken de los problemas masculinos refleja, de alguna manera, los problemas reales de las mujeres.

En Barbieland, todo es rosa y alegre, y nunca se mencionan los problemas del mundo real. Esto refleja los rígidos estereotipos impuestos a los hombres en la vida real, donde deben ser fuertes y no mostrar emociones. Ken, el “sexo secundario” de este universo, nunca cuestiona lo que quiere; su único objetivo es complacer a Barbie, y por eso agoniza, y nos hace recordar cómo algunas mujeres en la vida real consideran que complacer a los hombres es lo más importante de sus vidas. La sensibilidad y emotividad de Ken demuestran que los llamados rasgos masculinos y femeninos son en gran medida producto del condicionamiento cultural: cuando la existencia de Ken se reduce a la de un jarrón, una mera decoración, su aparente feminización parece una conclusión perfectamente lógica.

La película no es simplemente una crítica al patriarcado; es también una reflexión sobre el propio feminismo. Esta dualidad hace que trascienda los sermones ideológicos y adopte un tono más especulativo; mostrando de manera irónica y lúdica los dilemas y las limitaciones de la humanidad.

También presenta un papel menor pero esencial, Allan. Mientras que el campo femenino de Barbie y el campo masculino de Ken chocan con intensidad, Allan representa la minoría que existe fuera de este binario, con repetidos intentos de expresión que son ignorados constantemente. Esto puede verse como un sutil recordatorio para los cineastas: el mundo no se trata sólo de hombres y mujeres, y la batalla de los sexos no es la única batalla que se libra. Centrarse excesivamente en un tema en particular ignora la riqueza de un mundo más diverso y sólo sirve para ocultar contradicciones más complejas.

Hacia el final, la película va más allá de la confrontación entre hombres y mujeres y apunta a un problema más profundo: cuando ya no priorizamos nuestro verdadero yo, sino que colocamos un ideal o discurso poco realista como nuestro objetivo, ese ideal y ese discurso se convierten en restricciones sutiles y traiciones a uno mismo.

Es por eso que Barbie finalmente visita al ginecólogo. Significa que el verdadero crecimiento de las mujeres requiere pasar de la fantasía a la realidad, escapar de los símbolos exagerados diseñados para asegurar la aprobación masculina y reconocer la propia existencia como mujer biológica. En última instancia, la independencia auténtica sólo puede construirse sobre el reconocimiento de la existencia verdadera y las imperfecciones genuinas de uno mismo.

Todas las películas son metáforas del mundo, y la calidad de una película radica fundamentalmente en si esta metáfora es apropiada y precisa. Desde esta perspectiva, esta película debe ser valorada. Utiliza a la muñeca Barbie para construir una metáfora simple pero persuasiva del problema real de las relaciones hombre-mujer, pero no se limita sólo a eso, sino que también profundiza en la eterna contradicción entre la libertad y la sumisión. La película aborda las limitaciones tanto del patriarcado como del feminismo: la verdadera liberación proviene del reconocimiento del yo auténtico detrás de la apariencia de cualquier concepto socialmente definido.

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