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Ya están junto a nosotros: el terror inexplicable de VIVARIUM

Spoilers

POR JERÓNIMO CASCO

8 DE AGOSTO, 18.04 PM | UTC-GMT -3

YA ESTÁN ENTRE NOSOTROS: EL TERROR INEXPLICABLE DE VIVARIUM

Cuculus Canorus. Ese es el nombre en latín de una especie de ave con un comportamiento parásito donde la hembra deja los huevos de sus futuros hijos en nidos ajenos, aprovechando la ausencia de sus dueños. En los primeros minutos de Vivarium ('Vivero', 2019), la segunda película en la filmografía del director irlandés Lorcan Finnegan, nos encontramos con un metraje viendo cómo Tom, el jardinero de una escuela junto a Gemma, profesora de la misma escuela, entierran a una cría de estas aves que cayó de su nido y murió al instante, dándonos a entender que estos fotogramas serán claves para entender el resto de la historia, y podamos generar teorías de lo que vamos a ver.

El inicio plantea un conflicto bastante sencillo: ellos dos tienen que encontrar un hogar cuanto antes. Eso es todo. Esa misma tarde, luego de sus jornadas laborales (y darle un buen entierro a la pobre ave), entran a la oficina de una inmobiliaria llamada Prospect Properties, donde se encuentra sentado Martin, el único empleado de la empresa.

El tono juega con las expectativas. Hay un aire de comedia inocente que se mezcla con lo ominoso e inquietante de modo que no sepamos como audiencia mucho de lo que realmente pueda llegar a suceder. Esto se irá acrecentando de manera progresiva durante toda la película, formando un espiral de dudas que hacen que instantáneamente queramos saber cómo terminará todo esto.

De manera muy persuasiva y convincente, Martin invita a la pareja a que visiten sin compromiso “Yonder”, una especie de proyecto en desarrollo, que sería algo así como un condominio/country donde la incontable (y ya inquietante) cantidad de casas son iguales y perfectas. Martin les da un recorrido por la casa número 9, un hogar acogedor y perfecto, demasiado perfecto.

Para desgracia de Gemma y Tom no hay signos de vida en el condominio, algo que contradice con lo que Martin les había dicho en la oficina: “Y en cuanto a los precios, no es de extrañar que se vendan tan rápido estas casas.” Uno puede presumir que las casas están vendidas pero sin ocuparse, el tema es que ninguna señal de vida, ni un pájaro que vuele, las nubes en el cielo tienen la misma forma y Martin desaparece de escena.

Al querer salir del lugar, enrarecidos por la atmósfera turbia, Gemma y Tom se encuentran ante el hecho de que no pueden salir, dando vueltas y vueltas hasta toparse siempre con la misma casa. Como sería normal en cualquier ser humano, esto les estresa y enoja ya que es en ese momento donde lo inexplicable comienza a tomar forma.

Desde una puesta en escena totalmente minimalista e inquietante, el director nos habla sobre el comportamiento y la naturaleza humana desde el punto de vista de un experimento social, aunque no es lo que uno puede llegar a pensar. A lo largo de la película no tendrás respuestas, nada parece ser real y ese comportamiento no es sólo puesto a prueba en Gemma y Tom, sino que también sirve como ejercicio para medir nuestras expectativas.

Esa ansiedad de la situación traspasa la pantalla con algunas de las imágenes más enrarecidas y retorcidas que el cine haya tenido. Para dar una idea, es como si las mentes de Ari Aster, David Lynch y Charlie Kaufman se hayan fusionado.

Ciertas pistas nos dan a entender que tanto Martin, el empleado de la inmobiliaria, como el niño que “crían" Gemma y Tom en el hogar son extraterrestres, algo que inteligentemente nunca se confirma como tal, pero que si es obvio viendo como se resuelve todo.

Entonces me pregunto, ¿estarán entre nosotros como lo propone ‘Vivarium’?


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