Greta Gerwig y un llamado a la historia del cine.

El principal desafío al escribir cualquier review de #Barbie está en esquivar la trampa de terminar hablando más de género y feminismo que de cine. Creo que le debemos a Greta Gerwig hablar más de su condición de artista y su enorme aporte al séptimo arte, antes que concentrarnos en analizar sociológicamente lo que su film quiere decir. Aunque, por momentos, sea inevitable.

Gerwig es la realizadora del evento cinematográfico del año; el que generó enormes expectativas y ahora triunfa en taquilla. Su #Barbie se volvió el film original (no secuelas, ni remakes, ni superhéroes, ni franquicia) con la mejor apertura de la historia. Y se perfila para ser la película dirigida por una mujer más taquillera de todos los tiempos.

Con un enfoque original, inteligente y creativo, logró que dejara de importar si tuviste o una Barbie, ni tu género, ni tu edad. Volvió universal una película que hubiera estado naturalmente destinada a un público puntual.

Donde se celebra la muñeca más famosa del mundo, pero también la contradicción de su concepto existencial: que sacaba a las mujeres del rol maternal, que les abría un universo de infinitas posibilidades, pero que –al mismo tiempo- creaba la presión del estereotipo hegemónico.

Donde Greta Gerwig asume el peso de su propia voz en el feminismo, y no solo no la disimula, sino que la verbaliza por completo. Abrazándose a la idea de hacer un cine político y social definitivamente potente y frontal, cubierto de una fachada lúdica y de colores pasteles.

En este punto, creo que la fuerza del discurso lo hace quedar, por momentos, excesivamente subrayado, y casi pasándole por encima a la trama en sí misma. Pero el guion parece ser consciente de sí mismo y, enseguida, sale de su propia trampa y nos vuelve a divertir al darnos una fabulosa guerra de los sexos, o a emocionarnos con el brillante monólogo de América Ferrara.

#Barbie es una propuesta ambiciosa y compleja, con un resultado final notable. Un film que es pura diversión, que construye profundidad a través de un guion irónico y autorreflexivo que expone el alma y la identidad toda de Gerwig, y que busca constantemente el gag. A veces con un resultado más irregular, como las subtramas de Mattel y su presidente, que parecen caer en una torpe caricaturización o ser –peor aún- un lavado de imagen para la propia empresa de juguetes, que es parte de la producción del film. Y a veces con mucha mejor fortuna, como en los chistes sobre #BarbieLand, las visiones acerca de las Barbies y las Ken, y las referencias cinéfilas y culturales que el film propone.

Y Ryan Gosling. Que, paradójicamente en un film tan feminista como este, se vuelve un aliado definitivo para enaltecer el producto. Si a Margot Robbie le toca cargar la voz intelectual de Greta en la película, a Ryan le toca cargar en sus espaldas los mejores momentos de la comedia. Ver a su Ken descubrir el mundo patriarcal de la realidad, verlo protagonizar un musical absurdo y antológico, verlo cambiar del “He is just a Ken” al “Kenough” le permite a Gosling desplegar toda su carisma y talento en una interpretación que lo pondrá en la carrera por el Óscar… Bad news para Ryan: lo de Cillian Murphy en #Oppenheimer te va a complicar mucho la terna.

Barbie está llamada a la historia del cine, aún a pesar de sus imperfecciones (¿y no es eso lo que la película justamente viene a decirnos: que debemos abrazar lo imperfecto?). Entrará en los records de la industria cinematográfica. En las universidades de marketing. Y en las temporadas de premios; donde Greta debe prepararse para subir al escenario como mejor directora.

Será la coronación definitiva de una realizadora que ahora termina de convertirse en una de las voces más importantes del cine actual. Que, como le sucede a #Barbie al final, se vuelve no solo una persona, sino una idea, un símbolo para su género y su profesión. Y que, también como le sucede a #Barbie, tiene el destino, el futuro y la excelencia en sus manos.