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SIEMPRE HAY UN MAÑANA. (1955) DE DOUGLAS SIRK

Versión complementaria, oscura y que parece oculta entre sombras y lluvia de "Solo el cielo lo sabe, 1955". Los espacios de ensoñación, abiertos a la naturaleza, el uso del color casi pictórico de "Solo el cielo lo sabe", creado por Russell Mitty, se transforman en “Siempre hay un mañana”, por el mismo director de fotografía, en un universo de puertas cerradas, cargado de claroscuros, como cárceles creadas por la propia sociedad de clase media, convirtiendo a la familia y el matrimonio en símbolos de condena, sustituyendo la luz en los reflejos de lluvia sobre los rostros dolientes de los protagonistas.

Al igual que en “Solo el cielo lo sabe”, en “Siempre hay un mañana”, el intento de Clifford Groves (Fred MacMurray) de alcanzar su felicidad a través del encuentro con el amor (una antigua compañera de trabajo, Norma Miller -Barbara Stanwyck-) es entorpecido por su propio entorno familiar, en este caso, su hijo mayor, Vinnie (William Reynolds) que ve en Norma un peligro de fractura de la "imagen social" de familia estable y modélica a la que pertenece.

Clifford trabaja como empresario en una tienda de juguetes, espacio representativo de la inmovilidad, de los objetos-símbolos, a su vez encerrados en almacenes con poca luz, como figuras-metáfora de su propia existencia. En la primera secuencia, un Clifford acalorado (debido a su deseo de cambio con la celebración del cumpleaños de su esposa, Marion -Joan Bennett-) se frustra inmediatamente cuando encuentra que en el interior de su casa todo funciona de manera mecanizada, marcada por obligaciones y responsabilidades, sin posibilidad del disfrute personal, sin vislumbrar un atisbo de felicidad.

Será la aparición de Norma (en principio, otro personaje solitario, posiblemente frustrado en una vida amorosa imposible) quien le abra las puertas a la liberación. Como lo comentado, en "Solo el cielo lo sabe" se expone el mismo conflicto: la prisión personal por los condicionantes sociales y familiares. Clifford será controlado por su propio hijo, en un proceso de seguimiento y espionaje.

Uno de los grandes momentos de "Siempre hay un mañana" corresponde a la llegada a casa de Clifford tras un día aciago. La secuencia comienza con la mirada con Vinnie, su hijo, a través de la ventana, desde el exterior, observando a su padre en la habitación. Clifford aparece enrejado (como símbolo de cárcel) entre los barrotes de la ventana. La siguiente escena es desde el interior. Clifford observa la foto familiar sobre la mesa y la acaba poniendo boca abajo, rechazándola. Pero ese plano termina alejándose para demostrarnos que el punto de vista es externo, correspondiente a la mirada de su hijo.

Otra gran secuencia corresponde a la visita que Clifford y Norma hacen a la tienda de juguetes. Ellos se mueven como sombras entre los muñecos inanimados, como si fuesen parte de ellos. Incluso, Sirk hace una metáfora burda comparando a Clifford con un juguete-robot. El final de "Siempre hay un mañana" es más desolador que el de "Solo el cielo lo sabe". Norma toma un avión para dejar definitivamente a Clifford, quedando él prisionero en la vida de su entorno familiar.

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