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Por qué Hitchcock era un genio: deconstruyendo una escena de Los Pájaros

Que Alfred Hitchcock era un genio es una de las opiniones menos polémicas entre los amantes del cine, todos lo sabemos y lo damos por sentado. Cuando una idea pasa a ser parte del sentido común a veces se deja de reflexionar sobre ella. Por eso, en este artículo quiero hablar sobre una escena de Los Pájaros (The Birds, 1967) en la que en escasos minutos Hitchcock demuestra su talento, inventiva y por qué lo llamaban “El Maestro del Suspenso”.
Antes de hablar sobre ella, vamos a recordar la escena con el siguiente video. Los recursos que utiliza el director son tan ingeniosos, pero a la vez elementales, que lo importante se puede comprender sin subtítulos ni doblaje.

Si relatáramos sólo lo que pasa en esta escena, no sería la gran cosa. Nada muy impactante más allá de la amenaza que significan las aves. Pero lo importante no es el qué, sino el cómo. Lo que convierte a esta escena en una clase de cine no es lo que ocurre sino cómo se muestra. Me parece oportuno deconstruirla, es decir desarmarla para apreciar sus distintas partes y así entender mejor cómo funciona.

Hitchcock despliega una serie de herramientas para darle más efectividad a este momento, la primera de las cuáles tiene que ver con la información. Una de las formas más efectivas de generar suspenso es darle más información sobre una amenaza inminente al espectador que al personaje en pantalla. Por eso Hitchcock pone al personaje de Tippi Hedren de espaldas a los pájaros, que a esta altura de la película ya sabemos que se rebelaron contra la humanidad y suponen un peligro. Ver cómo se están juntando las aves sin que ella lo note hace que la audiencia tenga ganas de gritarle que se dé la vuelta, que vea la amenaza y escape. Si una película logra eso ya tiene al espectador emocionalmente involucrado. De por sí, eso ya es una hazaña. Pero no estamos hablando de sólo un buen director, sino de Hitchcock.

Otro elemento que se suma es cómo están filmados los planos y posteriormente acomodados en el montaje. El primero a tener en cuenta es el que aparece en el video alrededor del minuto 1:51, aquel que muestra a la mujer y de fondo el juego sobre el que se posa el primer pájaro sin que ella lo vea; con este plano se establece el espacio, las posiciones. Luego, se suceden intermitentemente dos planos, uno que muestra sólo el juego dónde cada vez llegan más y más aves (aumenta el peligro); y otro que nos muestra a ella, inadvertida. Este plano tiene un cambio cada vez que volvemos a él: la vemos más y más de cerca, el plano se vuelve más cerrado. Mostrando así que está encerrada en sí misma, sólo concentrada en su cigarrillo y en cuándo termina el horario escolar para poder retirar a la niña que fue a buscar; ignorando por completo la amenaza que se prepara a sus espaldas. El último de estos planos de Tippi Hedren se mantiene por unos desesperantes casi 30 segundos, en los que el espectador no puede hacer otra cosa que suponer que el número de potenciales atacantes alados no hizo más que crecer. Así Hitchcock nos acerca un poco más a la ignorancia del personaje, no sabemos lo que está pasando detrás pero sí tenemos un indicio, por lo tanto nuestra mente sigue trabajando la preocupación. Finalmente, la mujer nota un ave y el vuelo de ésta guía su mirada hacia el juego dónde nuestro temor se confirma: hay una verdadera bandada lista para atacar.

Hasta ahora, los recursos nombrados fueron visuales, pero el cine es un medio audio-visual. El sonido es crucial y los mejores directores no lo olvidan. El elemento sonoro que más se destaca en esta escena es claramente la canción que entonan los niños de la escuela, que llega a oírse en el patio donde la mujer espera. Dos cosas ocurren con esa música, una es muy interesante y la segunda es otro ejemplo del sutil humor de Hitchcock. Lo primero es que la estructura de la canción, que permite que se le agreguen notas y las estrofas se prolonguen, es un gran acompañamiento sonoro para la tensión que se crea con los elementos visuales. Con cada nueva vuelta de la melodía los niños hacen que la última estrofa sea más y más larga, sus voces estiran el momento de suspenso como una soga que se tensa continuamente y uno siente que está a punto de romperse. Esa estructura que permite la repetición y la acumulación no sólo está al servicio del nerviosismo y la tensión, también funciona para un segundo propósito. Las voces punzantemente agudas de los niños, cantando esos versos que a veces parecen interminables, en un momento resultan un poco molestas. Teniendo en cuenta los pequeños toques de humor irreverente que Hitchcock solía incluir en sus películas, no sería sorpresa que estuviera buscando que alguna parte del espectador llegara a pensar que en algún punto no sería mala idea que esos pájaros despiadados atacaran la escuela para poder callar esas voces chillonas y repetitivas. En este momento no puedo evitar pensar en el director mientras planeaba la escena, riéndose para sí mismo, pensando en cómo iba a implantar una idea tan horrible, y la subsiguiente culpa, en la mente de unos espectadores tan santurrones como eran los estadounidenses de los años 60.

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