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El gran problema del Cine Argentino (Parte 1)

POR JERÓNIMO CASCO

MAYO 22, 12.15 PM | UTC-GMT -3

EL GRAN PROBLEMA DEL CINE ARGENTINO

Ayer vi ‘La Extorsión’, la nueva propuesta argentina de Warner Bros Argentina, protagonizada por Guillermo Francella que sería una especie de mezcla entre los mejores thriller de espionajes norteamericanos de los 70s con algo del policial de este siglo.

La película no es mala. De hecho, me gustó bastante. Pero tiene un gran problema, que es el que (en parte) representa a los títulos más reconocidos y “populares” del cine argentino en el último tiempo: LA FALTA DE IDENTIDAD. Obviamente, no todo el cine argentino padece de esto, hay grandísimos talentos reconocidos mundialmente como Lucrecia Martel, Damián Szifron, Luis Ortega, Pablo Trapero, o leyendas como lo fueron Leopoldo Torre Nilsson o Leonardo Favio.

Pero viendo esta película me daba cuenta la necesidad por querer imitar elementos, tonalidades y matices de una cultura que no nos pertenece. Querer (o jugar) a ser yankees por un rato no va a salvar a la industria cinematográfica actual. ¿Dependemos del marketing? Probablemente. Son tiempos difíciles y soy consciente de eso. Pero el cine no es eso. Es el legado, es hacer algo que perdure para siempre, algo que viaje en el tiempo, que dentro de 100 años o más (o menos) pueda ser visto por alguien y le deje algo, un mensaje, una enseñanza.

¿CÓMO LLEGAMOS A ESTO?

A mediados de los años 90 se formó un interesante movimiento cinematográfico en Argentina simplemente llamado Nuevo Cine Argentino: una nueva ola que promovía la divulgación de nuevas voces, con nuevas estéticas, nuevas propuestas y un llamado al talento oculto que se escondía entre la abundante oferta de televisión basura a la que la audiencia argentina estaba (y sigue estando) acostumbrada.

Por ese entonces estaba la revolución del digital en el cine a nivel mundial y la Argentina no se quedó atrás. La “facilidad” de poder filmar películas irrumpió en el panorama audiovisual, y tras años bastante turbulentos en cuanto a lo social y político, estas voces decidieron hacer algo al respecto.

Esto no se trató de una revolución en si, sino de darle más libertad creativa a los realizadores, a fin de poder demostrar que con muy poco también se podía hacer mucho. Títulos como Nueve Reinas (Fabián Bielinsky, 2000), Pizza, Birra, Faso (Bruno Stagnaro, 1997) y Rapado (Martín Retjman, 1996) son algunos de los ejemplos de que algo nuevo se estaba gestando: una especie de neorrealismo que ponía en jaque al sistema, y mostraba de manera sincera y honesta los rostros de los desamparados, marginados y olvidados.

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PRESENTE DEL CINE ARGENTINO

Pero para entender el camino que recorrió el cine argentino desde ese momento hasta el presente cabe recalcar uno de los hechos más (o quizás el más) importantes de la era moderna: la creación y el descubrimiento del arma más poderosa, las redes sociales.

Con el advenimiento de las plataformas de streaming TODO cambió. El cine comenzó una nueva era de consumo que daba la oportunidad de poder ver cualquier película o serie desde cualquier lugar. Algo que tiene sus defensores y detractores, pero que no deja indiferente a nadie.

En ese contexto el cine como tal cambió para siempre, pero no el hecho de que la experiencia más gratificante por excelencia sea la sala de cine.

Creo que para entender adónde se dirige ese nuevo cine argentino que ha muerto pero que dejó su legado, es saber que es lo que quiere la gente, sin dejar las ideas como corazón.

Si películas chicas como El Proyecto Blair Witch supieron ser rentables gracias a una excelente campaña de marketing, ¿porque no lo puede ser una película independiente de terror argentina?¿Donde está el error?

El ejemplo más comentado actualmente es lo sucedido con la inminente adaptación formato serie de la novela gráfica El Eternauta (que será producida por Netflix) que plantea todo un nuevo paradigma.

La serie estará protagonizada por Ricardo Darín, y dirigida por Bruno Stagnaro (Okupas, Un Gallo para Esculapio), un integrante del recién mencionado Nuevo Cine Argentino, y es acá donde se replantea todo lo dicho antes: ¿Será una buena jugada poner a alguien que pertenece al universo del contenido audiovisual underground a cargo de una historia tan ambiciosa como lo es El Eternauta?¿Será que el choque de dos universos, uno liderado por Darín como estandarte popular de la actuación nacional y el otro al que pertenece Staganaro iniciarán algo nuevo en la industria?

LA FALTA DE IDENTIDAD

Son pocos los riesgos, o tal vez el hecho de que la audiencia se aferra a lo seguro, a Darín, a Francella… Hablando de eso, en la película que veía ayer (La Extorsión, la que mencioné al principio de este artículo) por ejemplo hay un momento donde el personaje de Francella reacciona al ver a su amigo todo golpeado de un modo bastante inverosímil, por decirlo de una manera, y me hacía eco a todos los personajes que el protagoniza. No hay actuación de método, no hay investigación, no hay matices, era todo muy artificial.

No se involucran realmente.

Y eso aporta a la falta de identidad. ¿Quién dirigió esa película? Creo que responder esa pregunta me pasó con pocos directores argentinos, siendo quizá el más notorio Damián Szifron.

¿Y adonde se fue Szifron? Si, a Hollywood.


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