Wes Anderson es la versión pre-millenial de Stanley Kubrick

Hoy cumple años él. Uno de los más grandes: si hoy en día hablamos de precisión, obsesión por el detalle, simetría, personajes pseudorobotizados pero humanos al fin, y perfeccionismo cinematográfico, hablamos de Wes Anderson.

El sello característico del director está desde su primer película ‘Bottle Rocket’, y aunque fue mutando a lo largo de los años, nunca se perdió. Una de las más grandes inspiraciones del director texano es la leyenda del cine Stanley Kubrick. Se puede ver desde la simetría en los planos en películas como El Gran Hotel Budapest o La Vida Acuática con Steve Zissou, o en las complicadas relaciones humanas/familiares en Los Excéntricos Tenembaums.

No todo lo que está a simple vista es lo que parece, y dentro de su meticulosa puesta en escena y marcada estética, Wes Anderson es un creador de historias sumamente humanas y que pueden tocar muy profundo en el corazón.

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A diferencia del mencionado Kubrick, Anderson provoca desde el carisma de sus personajes empatía inmediata con la audiencia (algo que Stanley jamás quiso que pase en casi ninguna de sus películas), pero en sintonía con él crea mundos únicos, casi surreales, que parecieran tener su propio lenguaje, donde no existe comentario social directo, sino que tal vez pueda existir a través del simbolismo propuesto en cada una de las historias. En las historias de estos directores no vas a encontrar explicación, y eso es lo que lo hace atractivo. Son experiencias visuales crudas y palpables, por llamarlas de una manera. Disfrutables. ¿Analizables? Tal vez.

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