'American Psycho' sigue siendo igual (o más) de relevante que hace 23 años

Hoy se cumplen veintitrés años del estreno de una de las películas de culto más analizadas de los últimos tiempos. La película que hoy vamos a analizar fue la segunda de la directora Mary Harron, luego de su infravalorada ‘I Shot Andy Warhol’, un crudo retrato de las obsesiones humanas.

No muy lejano de lo narrado en esa primera y discutida obra, Harron se atrevió en el año 1999 adaptar la impactante y sanguinaria novela homónima de Bret Easton Ellis a la pantalla grande: ‘American Psycho’ fue una película que marcó un antes y un después en el cine por mostrar a un personaje totalmente fuera de sus cabales, pero que a la vez tenía (por momentos) un sentido de humanidad que podían llegar a conectar con la audiencia.

Esto en realidad no es así en la novela, donde el personaje principal es mucho más sanguinario, racista, misógino, homofóbico y xenófobo. La clave de la película consistió en bajar esa oscura tonalidad por algo más…vamos a decirle liviano.

Patrick Bateman (interpretado milagrosamente bien por un impresionante Christian Bale) es uno de los personajes más analizados del cine. Las capas de su quebrantada personalidad son tan ambiguas como el mensaje de la película en sí. Su forma de tratar a los demás se puede resumir en una frase que le dice a su novia durante un momento en el primer acto: “porque quiero encajar”. Esta superficialidad está retratada desde los primeros minutos de la película, donde vemos a Patrick enumerar un sinfín de productos de limpieza corporal que encajan con la apariencia que NECESITA proyectar en las demás personas, contrastando con lo que internamente le sucede.

Es un ciclo casi infinito de amor y odio hacia un mundo (más bien dicho una sociedad) que lo empujó a esconderse detrás de una máscara, que le permiten ser el “héroe” y el “villano” a la vez, confundiéndolo aún más de lo que está.

Pero seamos sinceros, Patrick Bateman no es la víctima. Para poner un poco en contexto, la novela está ambientada en la Nueva York de finales de los 80s, en pleno auge de Wall Street, donde Bateman es vicepresidente de una de las firmas más importantes junto a un grupo de arrogantes y egoístas “yuppies” (estereotipo del joven ejecutivo común en Estados Unidos), interpretados magistralmente, y de una manera muy específica por nombres como Justin Theroux o Josh Lucas.

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¿QUÉ QUIERE DECIR ESTO?

Lisa y llanamente, ‘American Psycho’ representa la suma de unas desagradables cualidades que caracterizaban a gran parte de esa sociedad. Y Patrick Bateman es el resultado de ello. Sin introducciones necesarias.

¿PORQUE REPERCUTE TANTO EN EL PRESENTE?

Muchas personas se pueden ver, en parte, reflejadas en el personaje de Bateman. O mejor dicho, pongámoslo así, muchas personas podemos ver en otros a Patrick Bateman. Sin diferenciar.

En la era de las redes sociales, donde la superficialidad y ese otro personaje que creamos para aparentar “algo” es tan masivo y común en estos días, 'American Psycho' se mece como un espejo de esa ficción diaria, de esos capítulos llenos de una desbordada (y exagerada a veces) felicidad abordadas desde el ego y la necesidad de atención (con la diferencia de que esa ambigüedad hoy en día es vista a los ojos de todos/as).

'American Psycho' mezcla esta superficialidad con tintes de un humor que incomoda. Y ahí es donde la película hizo (y hace) la diferencia. Lo hace desde el retorcido, oscuro pero empático punto de vista de Patrick, desde el vacío estilo de vida de sus compañeros de trabajo, desde la calidez de su secretaria (que parece ser la única persona cuerda de toda la cinta). Todos los elementos se conjugan de manera muy precisa en un retrato perfecto sobre el descenso a la locura absoluta de un ser humano.

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